Thursday, August 11, 2011

32 Encuentro con Manuel García Verdecia


ENCUENTRO CON MANUEL GARCÍA VERDECIA


Un hombre de Holguín, Cuba





Vistas de Holguín


Víctor Hugo Morales, directivo del Taller Literario Salomé Ureña, me pidió que participara en un panel titulado “Salomé Ureña: En cuerpo y alma, la Poeta Nacional”, junto con Chiqui Vicioso, en la XIV Feria Internacional del Libro en Santo Domingo. El panel fue fijado a las 5:00 p.m. el jueves 19 de mayo en el Pabellón de Autores Dominicanos, y allá me fui.
Chiqui llegó acompañada de Manuel García VerdeciA, un hombre que, a primera vista, lucía amable y acogedor. Chiqui nos introdujo y me explicó que Manuel, esa misma tarde, a las 7:00 p.m. tenía una conferencia titulada “Vargas Llosa: el poder de la ficción y la ficción del poder”, en el Auditorio del Museo de Historia Natural. Este es un país especial, dijo Chiqui. Manuel es un experto en la literatura de su país, Cuba, y le ponen el tema de Vargas Llosa. Manuel sonrió.
El panel sobre Salomé Ureña resultó interesantísimo con los aportes que hicimos Chiqui y yo. Al terminarse, Chiqui me invitó a que asistiera a la conferencia de Manuel. Cómo no, le dije. Voy a llevarle mi novela Serenata, para que la lea y me diga lo que piensa. Tomé del estante del Pabellón un ejemplar del libro, le hice una dedicatoria apresurada y me fui a la conferencia. Un deleite. Manuel García Verdecia, donde quiera que lo pongan, sabe lo que debe decir. Le entregué la novela. La leeré y le diré mi impresión, me dijo.
Días después, iba por la calle Hostos de la Ciudad Colonial de Santo Domingo y me encuentro con Chiqui y Manuel. Tienes que acompañarnos a mi casa, aquí cerca, dijo Chiqui. No pude decirle que no. Resulta que Chiqui se mudó a una de las casas coloniales en la callecita que pasa por el frente del Convento de los Dominicos y que ahora es peatonal. La casa es una joya arquitectónica. Hay gente que simplemente con poner una cosa aquí y otra allá crea una ambientación encantadora, y esa es Chiqui.
Manuel y yo nos sentamos a gusto. Mientras Chiqui me brindaba un jugo de tamarindo y hacía diligencias por la casa, Manuel y yo hablamos de literatura, ¿de qué otra cosa? De nuestras experiencias, de nuestros sentimientos como escritores. Fue realmente un momento muy hermoso entre dos personas que sienten lo que hacen.

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