ANÉCDOTA DE UNA VIVENCIA
CON MANUEL SALVADOR GAUTIER
Minerva Hernández
El acontecimiento que ahora cuento ocurrió hace alrededor de tres o cuatro años, durante un encuentro mensual del Ateneo Insular celebrado en Puerto Plata, la novia del Atlántico, en la bella casa de la familia de poetas Díaz Felipe, una bella construcción arquitectónica realizada por Arsenio Díaz, quien es arquitecto, con una distribución en unos espacios muy especiales, lo que hace a uno sentirse muy a gusto, además por las finas atenciones de Carmen Felipe y la calidad en general de todos anfitriones, con lo que se completa el bienestar de uno visitarles y allí pernoctar.
Luego de concluir el encuentro nocturno, cuando ya nos retirábamos a dormir, como siempre, nos invitaron a dar una vuelta por Puerto Plata, a lo que accedimos algunos. Entre los que nos marchamos juntos, nos encontrábamos Manuel Salvador Gautier, Henry Santos, Guillermo Pérez y yo, mientras otros se retiraron a dormir; me parece que alguien más nos acompañaba, sin embargo, ahora no recuerdo.
Partimos de la casa, mientras los demás dormían. Luego de dar varias vueltas por la ciudad, enfilamos rumbo a Playa Dorada y allí llegamos al Bar Hemingway. La música no permitía conversar, pedimos un Brugal y lo tomábamos dando vueltas por el lugar, hasta un momento cuando dice Manuel Salvador Gautier: -Yo les propongo que bailemos y luego nos sentemos en aquella mesa, y señaló una ubicada a cierta distancia de la pista en la terraza exterior del bar, agregó que incluso así nos podíamos apartar un poco y sentarnos a conversar. Me sorprendió mucho y me alegró, porque él expresó que no podíamos desperdiciar esta parte de la noche con esa música estridente y sí la podíamos aprovechar de otra forma, al mismo tiempo.
Así lo hicimos, hasta comprobar que la conversación literaria estaba mucho más divertida que el baile con la música fuerte. No puedo negar que bailamos muchísimo entre la poesía y la novela. Disfrutamos bastante la noche gracias a Doi, Manuel Salvador Gautier, quien era la persona de mayor edad de todos los presentes en la excursión a Playa Dorada, en la noche del fin de semana que celebramos el encuentro del Ateneo Insular en Puerto Plata.
Eso ocurrió el año 2004 ò 2005. Que Dios bendiga a Doi y le permita seguir siendo ese perfecto caballero de buenas costumbres, amable, respetuoso y divertido, porque es un estímulo y ejemplo a seguir.
Minerva Hernández García
Miembro del Ateneo Insular
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