SERENATA, MUCHAS NOVELAS EN UNA NOVELA
Por Joel Rivera
Cuando fui seleccionado para analizar una de las novelas de Doi, mentalmente elegí Un árbol para esconder mariposas. Lo hice porque ya la había leído y me pareció interesante el sincretismo que se daba entre un hombre negro, que creía en el vudú, y una mujer blanca y educada, abrazada a la ciencia. Sin embargo, un simple comentario que surgió a la hora del reparto de las obras, me hizo cambiar de opinión. Se dijo en aquel encuentro que el laureado novelista afirmaba, que Serenata era su mejor novela. Atraído por esa aseveración pedí que se me asignara dicha obra. Quería saber por qué don Manuel, con una vasta producción literaria, daba a Serenata el calificativo de “mejor novela”; pero déjenme decirles en buen dominicano que caí en un “gancho” al hacer la elección. De entrada, encontré una fabulación narrada en primera persona, que, al leerla y pasar a la siguiente página, me di cuenta que no había una concatenación narrativa entre lo fabulado y lo que se contaba en la nueva foja. Ésta iniciaba con un verbo en gerundio antecedido de puntos suspensivos y precedido de un punto y seguido, pero al continuar la nueva frase entró al escenario la voz menos trabajada en la narrativa universal: el narrador en segunda persona. Mi odisea continuó cuando al comenzar un párrafo, en una misma página, apareció un narrador en tercera persona; fue un simple párrafo, pensé y paseé al siguiente. ¡Qué martirio!, me dije, al ver que las grafías en cursivas daban un salto al pasado y rompían el hilo con el párrafo anterior. Pero continué con mis cursivas y me dejé llevar por la analepsis de sus letras. Resignado a las escenas retrospectivas, proseguí buscándole sentido a Serenata. Pero un punto y parte me llevó de nuevo al tiempo en el que comenzó la historia inicial para, después de una simple frase, devolverme de nuevo al pasado. Entre flashback, flashforward, recconto y fabulaciones aisladas, que no podía relacionar con lo narrado, pasó por mi mente desistir del análisis de la obra. Cabizbajo, alicaído, dispuesto a buscar un pretexto para salir del impase en el que me encontraba, pensé en Rayuela y decidí leer los episodios de manera arbitraria, es decir soslayar las narraciones escritas en cursivas para luego retomarlas por entero cuando ya hubiera concluido con las narraciones escritas en letras normales. Esta decisión me dio resultado, entonces, y comencé a disfrutar de la obra y a descubrir las técnicas utilizadas por el maestro Doi para escribirla.
Son muchos los presupuestos que se toman en cuenta al analizar una novela; sin embargo, no pretendemos hacer de Serenata un estudio lingüístico como inauguraron los formalistas rusos, a quienes les preocupaba estrictamente la “forma” del relato y no tanto el contenido o los aspectos biográficos que se cuelan en la narración. Tampoco pretendemos hacer un análisis partiendo del Estructuralismo, especialmente en su rama francesa, que se afanaba en configurar una “gramática del relato”, un modelo descriptivo y teórico de validez general para el estudio de las obras individuales, vistas no como un fin en sí mismas, sino como un medio para conocer la estructura abstracta de las obras. Tampoco queremos caer en un análisis decimonónico que nos sitúe de espalda a una realidad documentada, como es el hecho de que existe el Epistolario, de la familia Henríquez Ureña. Pero mucho menos tratamos de buscar la literariedad de esta obra, (aquellos presupuestos que, más allá del tema, confieren a un texto el carácter literario). Queremos, simplemente, diferenciar en Serenata entre el qué y el cómo: la historia y el discurso.
En su Poética, Aristóteles estableció una distinción sobre el hecho narrativo. El filósofo griego advertía de que una cosa son los hechos, los sucesos de una historia, y otra un tanto diferente el modo en que se organizan tales acciones, cómo se estructuran, cómo se componen esos hechos. Aristóteles distinguía entre qué se cuenta y cómo se cuenta, entre el suceso en sí y la fábula. Esta discrepancia entre el qué (historia) y el cómo (discurso) puede ser apreciada en esta obra. Serenata. En sus enfoques históricos, recoge aspectos importantes de la vida de una ilustre familia dominicana y recata a personajes sepultados por la amnesia de la historia. Un hecho importante que destaca Doi, y que no ha sido ponderado por muchos historiadores, es la edad de Salomé con respecto a la de su marido: ella era 9 años más adulta que su cónyuge. Y tal vez por esta diferencia de edad, Salomé transita por los mismos caminos que transitaron otras mujeres ejemplares, a quienes la pasión les nubló el intelecto: por la misma incongruencia cognoscitiva que transitó Alfonsina y Frida Kahlo, por citar algunos casos. ¿Qué locura pasional llevó a Alfonsina a enamorarse de un simple marinero y suicidarse por él? ¿Qué fuerza extraña envolvió a Frida que la hizo vivir arrodillada a los adulterios de Diego Rivera? Y la misma pregunta amerita Salomé ¿Por qué una mujer, con un sitial ganado en el parnaso, se enamora de un hombre intelectualmente inferior y, por demás, le soporta todas sus infidelidades? Manuel Salvador Gautier, de una forma brillante recoge estos hechos y hace que el lector se detenga a reflexionar sobre ellos.
Pero todo lo dicho hasta ahora es el qué (la historia), y esta historia novelada ya ha sido analizada por los más grandes críticos de la literatura criolla. Por esa razón queremos adentrarnos, aunque sea sucintamente, en el cómo (el discurso), en lo que García Márquez, de manera metafórica llama: “los tornillos del relato”: todos los elementos que sirven para ensamblar una novela. Aunque no existe un manual para aprender a escribir, hoy podemos hablar de una ciencia de los relatos a la que se le ha bautizado con el nombre de Narratología. Pero más bien, a lo que algunos teóricos han denominado la narratología del discurso, concepto estrictamente ligado a la elocutio verbal, es decir, a la forma elegida por el autor para construir su narración. En este sentido, Manuel Salvador Gautier, hace de Serenata una guía para escribir novelas. Nos arriesgamos a este eufemismo, porque en esta obra el autor maneja con maestría los cuatros elementos fundamentales del discurso:
a) La voz, es decir, la identidad del sujeto, (¿quién habla?, ¿desde dónde lo hace?, ¿a qué o a quién se refiere?)
b) El tiempo, la disposición cronológica de la narración.
d) El modo, la forma en que se reproduce lo contado, y.
c) La focalización, el punto de vista desde el que se nos cuenta el relato, y que responde al interrogante de ¿quién ve los hechos?
Sin embargo, por asunto de tiempo nos vamos a limitar a señalar los dos primeros elementos fundamentales del discurso: la voz y el tiempo.
a) La voz.
En Serenata confluyen todas la voces narrativas, es decir encontramos a un narrador que nos cuenta un hecho, pero ese narrador (vocablo latino gnarus, adjetivo derivado del verbo gnosco o nosco, “conocer”), que podríamos traducir en español como “sabedor”, nos cuenta la historia desde diferentes planos. Pero tenemos que hacer una distinción, como la hace Gérard Genette. El narratólogo francés establece una identificación entre voz narrativa y persona gramatical y propone una nueva terminología para sustituir las, hasta hora, conocidas: narrador en primera persona, en segunda persona, en tercera; narrador omnisciente, testigo, protagonista, etc. Partiendo del cultismo diégesis (término de origen griego que significa narración, relato, desarrollo narrativo de los hechos), Gérard establece una diferencia entre relato heterodiegético (quien narra en tercera persona) y relato homodiegético (quien lo hace en primera persona) En el relato heterodiegético, prefijo hetero que señala la otredad, la voz opta por hablar de otros, en este tipo de relato abundan los narradores omniscientes, es decir, aquellos dioses “que lo saben todo” En el relato homodiegético, prefijo homo que designa la inclusión, la propia voz está inserta en la diégesis, así que el narrador forma parte de la historia que cuenta. Genette nos habla también de relato autodiegético, cuando el mismo narrador es el protagonista de su propia narración, y del relato metadiegético, narrador testigo que puede ser extradiegético o intradiegético. En Serenata Manuel usa más el relato homodiegético porque, a pesar de que sobresale más la voz en la segunda persona gramatical, para muchos, la segunda persona en la narración desdobla su personalidad y habla consigo mismo como si lo hiciera con otro.
c) El tiempo.
La narración no designa una realidad unívoca, por lo tanto distingue tres tipos de tiempos: el tiempo de la historia, el tiempo del discurso y el tiempo del narrador. Partiendo de esa deducción, María Del Carmen Bobes, en el marco de la evolución de los conceptos narratológicos, plantea dos tipos de relaciones temporales en el discurso narrativo:
1) El tiempo de la historia (o trama), según ella: Es el tiempo de la historia que se encuentra en el discurso, que sigue el modelo del tiempo físico, cronológico, objetivo, lineal, pero que puede presentarse en el discurso de forma distinta por el narrador, quien lo presenta y manipula en el relato como lo juzgue conveniente.
2) El tiempo del discurso (o argumento), continúa la filóloga española: Es el resultado de la adaptación, realizada por el narrador mediante recursos diversos, del tiempo de la historia.
En este aspecto Manuel manipula el tiempo antojadizamente y plasma en esta novela todos los recursos con respecto a éste; maneja con destreza las dos anacronías de la narración: la analepsis, anacronía retrospectiva hacia el pasado y la prolepsis, anacronía prospectiva hacia el futuro. Los saltos espacio-temporales que Doi introduce, en algunos casos, entre una frase y otra, hacen de esta unidad espacio-tiempo, lo que Mijail Bajtín, en su categoría de análisis narrativo, llamara cronotopo: la conexión esencial de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura.
En Serenata encontramos anisocronías narrativas (que no es más que la alteración del ritmo narrativo), que en la técnica literaria se manifiesta en cuatro movimientos:
1-La elipsis, cuando algo que ocurre en la historia se omite en el discurso: en esta obra muchos hechos históricos, ya contados por otros novelistas, fueron soslayados por el autor.
2- La pausa, se interrumpe la historia mientras que el discurso se ocupa de aspectos concretos: Manuel, enfatiza en los problemas de faldas de Francisco, al deseo de igualar a su hermano Federico y al plan siniestro de casarse con Salomé para ascender al plano intelectual y cultural de la época.
3- El sumario, se resume parte de la historia: Doi recoge las aventuras de Francisco en el exterior, sus andanzas y algunas situaciones políticas.
4- La escena, que intenta presentar los hechos tales y como ocurrieron: en Serenata, Manuel destaca la diferencia de edad entre Francisco y Salomé y el amor enfermizo que ella siente por él.
Pero Manuel, tal vez sin proponérselo, estampa en esta obra todas las técnicas literarias hasta ahora conocidas. En ella recurre al monólogo interior, como se refleja en la Séptima Fabulación. Y en algunos casos, carga los párrafos de metalepsis (salto en la narración de la tercera persona a la primera persona) y nos sumerge en un laberinto semántico que al principio trastorna, pero que luego, cuando entendemos la tekné, lo disfrutamos.
El estilo en Serenata es un derroche de buenas prosas, en algunos casos, como en las fabulaciones, es lírico, poético, cargado de tantas metáforas, que, a veces, creemos que estamos leyendo un poema:
(…) El sol filtra su luz por entre unas ramas y hiere mis pupilas, y, por un momento, lo odio. Pero no odio lo demás: mi cuerpo estremecido, el aire fresco, la yerba húmeda. Sólo al sol. (Fragmento, Séptima fabulación)
En otros casos Manuel nos sumerge en reflexiones filosóficas:
Todos somos imperfectos. Nacemos con nuestras espantosas debilidades. (Sexta fabulación)
En los episodios la narración es descriptiva, realista. Como para no mezclar las complejidades técnicas con un lenguaje rebuscado, Doi deja hablar a los actantes (personajes) en su lengua campesina o coloquial, recogiendo en sus expresiones ciertos vocablos de la época.
No podemos pedir más de una obra literaria, una técnica atemporal, porque el posmodernismo aún está en pañales, una historia novelada que recoge hechos secuestrados por la historicidad, narrados en un lenguaje sencillo, pero obediente a las exigencias de la lengua.
Cuando terminé de leer a Serenata, después de haber pasado por la angustia de entenderla y el intento de dejarla, inferí que lo que tenía en mis manos, más que una simple novela, era una obra didáctica. Pero como soy un incipiente en estos menesteres me tragué lo que deduje, sin embargo, cuando me enteré que Serenata fue escogida por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y la Universidad Iberoamericana (UNIBE), para ser leída por los estudiantes en sus cursos de literatura, me di cuenta que estaba en lo cierto, y que Serenata era muchas novelas en una novela.
Muchas gracias.
Celebración 80 aniversarios del natalicio del escritor Manuel Gautier
27 de mayo 2010.
Ayuntamiento Municipal. SPM.
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Son muchos los presupuestos que se toman en cuenta al analizar una novela; sin embargo, no pretendemos hacer de Serenata un estudio lingüístico como inauguraron los formalistas rusos, a quienes les preocupaba estrictamente la “forma” del relato y no tanto el contenido o los aspectos biográficos que se cuelan en la narración. Tampoco pretendemos hacer un análisis partiendo del Estructuralismo, especialmente en su rama francesa, que se afanaba en configurar una “gramática del relato”, un modelo descriptivo y teórico de validez general para el estudio de las obras individuales, vistas no como un fin en sí mismas, sino como un medio para conocer la estructura abstracta de las obras. Tampoco queremos caer en un análisis decimonónico que nos sitúe de espalda a una realidad documentada, como es el hecho de que existe el Epistolario, de la familia Henríquez Ureña. Pero mucho menos tratamos de buscar la literariedad de esta obra, (aquellos presupuestos que, más allá del tema, confieren a un texto el carácter literario). Queremos, simplemente, diferenciar en Serenata entre el qué y el cómo: la historia y el discurso.
En su Poética, Aristóteles estableció una distinción sobre el hecho narrativo. El filósofo griego advertía de que una cosa son los hechos, los sucesos de una historia, y otra un tanto diferente el modo en que se organizan tales acciones, cómo se estructuran, cómo se componen esos hechos. Aristóteles distinguía entre qué se cuenta y cómo se cuenta, entre el suceso en sí y la fábula. Esta discrepancia entre el qué (historia) y el cómo (discurso) puede ser apreciada en esta obra. Serenata. En sus enfoques históricos, recoge aspectos importantes de la vida de una ilustre familia dominicana y recata a personajes sepultados por la amnesia de la historia. Un hecho importante que destaca Doi, y que no ha sido ponderado por muchos historiadores, es la edad de Salomé con respecto a la de su marido: ella era 9 años más adulta que su cónyuge. Y tal vez por esta diferencia de edad, Salomé transita por los mismos caminos que transitaron otras mujeres ejemplares, a quienes la pasión les nubló el intelecto: por la misma incongruencia cognoscitiva que transitó Alfonsina y Frida Kahlo, por citar algunos casos. ¿Qué locura pasional llevó a Alfonsina a enamorarse de un simple marinero y suicidarse por él? ¿Qué fuerza extraña envolvió a Frida que la hizo vivir arrodillada a los adulterios de Diego Rivera? Y la misma pregunta amerita Salomé ¿Por qué una mujer, con un sitial ganado en el parnaso, se enamora de un hombre intelectualmente inferior y, por demás, le soporta todas sus infidelidades? Manuel Salvador Gautier, de una forma brillante recoge estos hechos y hace que el lector se detenga a reflexionar sobre ellos.
Pero todo lo dicho hasta ahora es el qué (la historia), y esta historia novelada ya ha sido analizada por los más grandes críticos de la literatura criolla. Por esa razón queremos adentrarnos, aunque sea sucintamente, en el cómo (el discurso), en lo que García Márquez, de manera metafórica llama: “los tornillos del relato”: todos los elementos que sirven para ensamblar una novela. Aunque no existe un manual para aprender a escribir, hoy podemos hablar de una ciencia de los relatos a la que se le ha bautizado con el nombre de Narratología. Pero más bien, a lo que algunos teóricos han denominado la narratología del discurso, concepto estrictamente ligado a la elocutio verbal, es decir, a la forma elegida por el autor para construir su narración. En este sentido, Manuel Salvador Gautier, hace de Serenata una guía para escribir novelas. Nos arriesgamos a este eufemismo, porque en esta obra el autor maneja con maestría los cuatros elementos fundamentales del discurso:
a) La voz, es decir, la identidad del sujeto, (¿quién habla?, ¿desde dónde lo hace?, ¿a qué o a quién se refiere?)
b) El tiempo, la disposición cronológica de la narración.
d) El modo, la forma en que se reproduce lo contado, y.
c) La focalización, el punto de vista desde el que se nos cuenta el relato, y que responde al interrogante de ¿quién ve los hechos?
Sin embargo, por asunto de tiempo nos vamos a limitar a señalar los dos primeros elementos fundamentales del discurso: la voz y el tiempo.
a) La voz.
En Serenata confluyen todas la voces narrativas, es decir encontramos a un narrador que nos cuenta un hecho, pero ese narrador (vocablo latino gnarus, adjetivo derivado del verbo gnosco o nosco, “conocer”), que podríamos traducir en español como “sabedor”, nos cuenta la historia desde diferentes planos. Pero tenemos que hacer una distinción, como la hace Gérard Genette. El narratólogo francés establece una identificación entre voz narrativa y persona gramatical y propone una nueva terminología para sustituir las, hasta hora, conocidas: narrador en primera persona, en segunda persona, en tercera; narrador omnisciente, testigo, protagonista, etc. Partiendo del cultismo diégesis (término de origen griego que significa narración, relato, desarrollo narrativo de los hechos), Gérard establece una diferencia entre relato heterodiegético (quien narra en tercera persona) y relato homodiegético (quien lo hace en primera persona) En el relato heterodiegético, prefijo hetero que señala la otredad, la voz opta por hablar de otros, en este tipo de relato abundan los narradores omniscientes, es decir, aquellos dioses “que lo saben todo” En el relato homodiegético, prefijo homo que designa la inclusión, la propia voz está inserta en la diégesis, así que el narrador forma parte de la historia que cuenta. Genette nos habla también de relato autodiegético, cuando el mismo narrador es el protagonista de su propia narración, y del relato metadiegético, narrador testigo que puede ser extradiegético o intradiegético. En Serenata Manuel usa más el relato homodiegético porque, a pesar de que sobresale más la voz en la segunda persona gramatical, para muchos, la segunda persona en la narración desdobla su personalidad y habla consigo mismo como si lo hiciera con otro.
c) El tiempo.
La narración no designa una realidad unívoca, por lo tanto distingue tres tipos de tiempos: el tiempo de la historia, el tiempo del discurso y el tiempo del narrador. Partiendo de esa deducción, María Del Carmen Bobes, en el marco de la evolución de los conceptos narratológicos, plantea dos tipos de relaciones temporales en el discurso narrativo:
1) El tiempo de la historia (o trama), según ella: Es el tiempo de la historia que se encuentra en el discurso, que sigue el modelo del tiempo físico, cronológico, objetivo, lineal, pero que puede presentarse en el discurso de forma distinta por el narrador, quien lo presenta y manipula en el relato como lo juzgue conveniente.
2) El tiempo del discurso (o argumento), continúa la filóloga española: Es el resultado de la adaptación, realizada por el narrador mediante recursos diversos, del tiempo de la historia.
En este aspecto Manuel manipula el tiempo antojadizamente y plasma en esta novela todos los recursos con respecto a éste; maneja con destreza las dos anacronías de la narración: la analepsis, anacronía retrospectiva hacia el pasado y la prolepsis, anacronía prospectiva hacia el futuro. Los saltos espacio-temporales que Doi introduce, en algunos casos, entre una frase y otra, hacen de esta unidad espacio-tiempo, lo que Mijail Bajtín, en su categoría de análisis narrativo, llamara cronotopo: la conexión esencial de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura.
En Serenata encontramos anisocronías narrativas (que no es más que la alteración del ritmo narrativo), que en la técnica literaria se manifiesta en cuatro movimientos:
1-La elipsis, cuando algo que ocurre en la historia se omite en el discurso: en esta obra muchos hechos históricos, ya contados por otros novelistas, fueron soslayados por el autor.
2- La pausa, se interrumpe la historia mientras que el discurso se ocupa de aspectos concretos: Manuel, enfatiza en los problemas de faldas de Francisco, al deseo de igualar a su hermano Federico y al plan siniestro de casarse con Salomé para ascender al plano intelectual y cultural de la época.
3- El sumario, se resume parte de la historia: Doi recoge las aventuras de Francisco en el exterior, sus andanzas y algunas situaciones políticas.
4- La escena, que intenta presentar los hechos tales y como ocurrieron: en Serenata, Manuel destaca la diferencia de edad entre Francisco y Salomé y el amor enfermizo que ella siente por él.
Pero Manuel, tal vez sin proponérselo, estampa en esta obra todas las técnicas literarias hasta ahora conocidas. En ella recurre al monólogo interior, como se refleja en la Séptima Fabulación. Y en algunos casos, carga los párrafos de metalepsis (salto en la narración de la tercera persona a la primera persona) y nos sumerge en un laberinto semántico que al principio trastorna, pero que luego, cuando entendemos la tekné, lo disfrutamos.
El estilo en Serenata es un derroche de buenas prosas, en algunos casos, como en las fabulaciones, es lírico, poético, cargado de tantas metáforas, que, a veces, creemos que estamos leyendo un poema:
(…) El sol filtra su luz por entre unas ramas y hiere mis pupilas, y, por un momento, lo odio. Pero no odio lo demás: mi cuerpo estremecido, el aire fresco, la yerba húmeda. Sólo al sol. (Fragmento, Séptima fabulación)
En otros casos Manuel nos sumerge en reflexiones filosóficas:
Todos somos imperfectos. Nacemos con nuestras espantosas debilidades. (Sexta fabulación)
En los episodios la narración es descriptiva, realista. Como para no mezclar las complejidades técnicas con un lenguaje rebuscado, Doi deja hablar a los actantes (personajes) en su lengua campesina o coloquial, recogiendo en sus expresiones ciertos vocablos de la época.
No podemos pedir más de una obra literaria, una técnica atemporal, porque el posmodernismo aún está en pañales, una historia novelada que recoge hechos secuestrados por la historicidad, narrados en un lenguaje sencillo, pero obediente a las exigencias de la lengua.
Cuando terminé de leer a Serenata, después de haber pasado por la angustia de entenderla y el intento de dejarla, inferí que lo que tenía en mis manos, más que una simple novela, era una obra didáctica. Pero como soy un incipiente en estos menesteres me tragué lo que deduje, sin embargo, cuando me enteré que Serenata fue escogida por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y la Universidad Iberoamericana (UNIBE), para ser leída por los estudiantes en sus cursos de literatura, me di cuenta que estaba en lo cierto, y que Serenata era muchas novelas en una novela.
Muchas gracias.
Celebración 80 aniversarios del natalicio del escritor Manuel Gautier
27 de mayo 2010.
Ayuntamiento Municipal. SPM.
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