Biblioteca Pedro Mir
Rafael Peralta Romero
SERENATA: HISTORIA Y FICCIÓN
Palabras de Rafael Peralta Romero en el coloquio sobre la obra de Manuel Salvador Gautier, en la UASD.
6 de octubre de 2010
Rafael Peralta Romero
SERENATA: HISTORIA Y FICCIÓN
Palabras de Rafael Peralta Romero en el coloquio sobre la obra de Manuel Salvador Gautier, en la UASD.
6 de octubre de 2010
Algunos escritores, novelistas y cuentistas sobre todo, persisten en el empeño de construir obras narrativas al margen de la realidad, esa misma realidad que viene a menudo repleta de hechos y situaciones mucho más novedosos y extraños que aquellos que pueda crear la imaginación.
Prescindir de la anécdota en la composición de la obra narrativa ha formado parte de una corriente, que a mi modo de ver, puede complacer a críticos y especialistas literarios, pero nunca a los lectores de cuentos y novelas, quienes buscan emociones en las historias que les cuentan.
Los historiadores, cuando pretenden para la historia la frialdad de las ciencias exactas, desdeñan los detalles de la intrahistoria. Quizás porque no se sustenta en pruebas documentales y se le trata despectivamente como anécdota. La intrahistoria se alimenta a veces de menudencias, de hechos pequeños que no siempre trascienden, lo cual no niega su importancia intrínseca.
De modo que el desprecio de la anécdota no es exclusivo de los cientistas sociales, pues como dije antes, hay corrientes en la literatura de ficción que pretenden prescindir de ella para referir hechos imaginarios y narraciones literarias que no cuenten, sino sugieran.
Las anécdotas suelen ser vitales para definir el carácter de los hombres públicos, protagonistas de los hechos que constituyen la historia, ya fueren políticos, escritores, profetas o científicos. En algunos hombres, la intrahistoria, o esos detalles menores de su vida, se tornaron en cuestiones fundamentales.
Desde luego, que la literatura no deja de ser creación porque el autor se haya fundamentado en hechos y personas reales para diseñar sus personajes y atribuirles los hechos que constituirán la trama de una novela, de un cuento, un drama teatral o el guión de una película.
La novela, por ejemplo, es el género que más se nutre de la historia, sin que sus propósitos y su forma de elocución puedan confundirse con esa ciencia. La función de una y de otra están claramente definidas y diferenciadas, no obstante las coincidencias que pueden encontrarse.
Nunca un historiador revela tan detenidamente las interioridades de una persona, como lo hace el novelista con sus personajes, que al fin y al cabo son personas proyectadas con otras perspectivas. El buen escritor ha de tener mucho de sicólogo para penetrar en el personaje y escrutar lo más íntimo, peculiar y útil de éste para realizar su trabajo de creación.
Don Quijote, Sancho, Romeo, Julieta, Madame Bovary, Mefistófeles, Bernarda Alba, Dorian Gray, Yelidá y Charlotte Amalie son elocuentes ejemplos de los elementos que realizan la acción en la historia de que se trate. Son personajes. Ellos se diferencian de otros por su carácter, que se determina por el conjunto de cualidades propias e intransferibles de cada uno de ellos y que los autores han conformado a fuerza de hurgar en el alma de seres humanos reales.
En el caso de Manuel Salvador Gautier y la novela Serenata, los personajes han sido tomados de la realidad, pero observando y dimensionando aspectos que a los historiadores poco importan. Gautier actúa como un maestro en el arte de bucear en el alma humana y revelar interioridades de la misma, que debe ser propósito de todo hacedor de personajes.
En la novela de Gautier la persona real queda retratada con sus vicios y virtudes, sus fortalezas y debilidades. Esta novela se ocupa de aspectos singulares de la vida del matrimonio formado por Salomé Ureña y Francisco Henríquez y Carvajal, a quienes como personas reales y protagonistas de hechos sobresalientes de la historia dominicana, hemos conocido a través de la educación formal. Pero en ellos aparecen comportamientos y peculiaridades tales que se constituyen en personajes, cuyas vidas se hacen dignas de ser contadas desde la óptica literaria.
Es lo que ha hecho Gautier, en Serenata, quien no copia la realidad, sino que la capta con visión de artista, para penetrar a estratos a los que la mirada del historiador no interesa llegar.
Pío Baroja, novelista y ensayista español, apuntó lo siguiente: “…en la novela y en todo arte literario, lo difícil es inventar, más que nada inventar personajes que tengan vida y que nos sean necesarios sentimentalmente para algo…” (Vivaldi, 394)
Gautier ha revelado de la familia Henríquez Ureña lo que no han dicho los historiadores. Nuestro autor crea y recrea los hechos que ocurrieron en esta familia, y aunque en la obra brota el lirismo y la gracia creativa, el autor se ciñe a hechos reales en los que coliden lo dulce y lo amargo, la fortuna y el desamparo, el éxito y la derrota.
En Serenata, los personajes no son puro invento del autor, la sustancia principal para la conformación de los mismos ha sido extraída de las cartas que se enviaron Salomé y su esposo, cuando éste vivía en Francia, donde se trasladó a estudiar la carrera de medicina, dejando a su mujer con dos niños.
Francisco Henríquez Carvajal se torna en un ser que parece de fantasía, por la adopción de actitudes y formas de ser que lo tipifican como personaje, cual si fuese producto de la creación: sus amores secretos, la actitud hacia su hijo Frank, la dejadez con la esposa…
En tanto, la paciencia, la ternura, la debilidad física y la fortaleza moral, así como la capacidad de espera de Salomé la dibujan como un ser extraordinario. Lo cierto es que son los hechos ocurridos en la vida de esta pareja, su relación con los hijos, la ambición y el egoísmo de Francisco y la generosidad e inteligencia de Salomé lo que determina que se hayan convertido en personajes aptos para el tratamiento literario, como lo ha hecho Gautier, con sobrada emoción y acierto.
Con ésta, su tercera obra narrativa, Gautier ha demostrado un adecuado manejo en los recursos del lenguaje. Sus oídos, sus ojos, su sensibilidad lo han conducido hacia un tema que estaba ahí, esperando un autor que le diera la forma definitiva de una novela.
Y él lo ha hecho de la mejor manera, porque ha sabido combinar la importancia de un hecho con el manejo de la técnica narrativa, porque ha sabido imprimir sentido literario a la vida de una familia ilustre, cuyos aportes a la educación y a la vida institucional de la nación resultan incuestionables.
Desde este punto de vista, podría decirse que Serenata describe una realidad, pero no es historia; se vale de la ficción, pero no es mentira. Aun más, con esta novela Gautier eleva hechos de la historia local a la condición de universales, partiendo de los elementos sempiternos en la creación literaria: amor, ambición, traición, adulterio, angustia, vanidad, espera.
A estos detalles argumentales, hemos de agregar el vivificante dramatismo con que se cuentan los hechos, con claro dominio de la técnica narrativa, y la presencia de un nivel de estilo propio de las grandes creaciones.
Gautier luce una prosa nítida, aderezada con salpiques de poesía, y esto, junto al manejo de los hechos y situaciones, le permite justificar su incursión en las intimidades de la familia Henríquez Ureña, para desmitificarla y mostrar sus grandezas y también sus pequeñeces. Con esta novela, Gautier plantea un desafío a la historia y a los historiadores.
Y desafía también a los escritores que no ven en nuestro entorno, temas dignos de sus creaciones y se pierden, por tanto, de la oportunidad de ofrecer su visión de nuestra sociedad a través de su obra, como bien sirve la obra de Gautier para presentar su enfoque sobre la sociedad dominicana de finales del siglo 19.
Prescindir de la anécdota en la composición de la obra narrativa ha formado parte de una corriente, que a mi modo de ver, puede complacer a críticos y especialistas literarios, pero nunca a los lectores de cuentos y novelas, quienes buscan emociones en las historias que les cuentan.
Los historiadores, cuando pretenden para la historia la frialdad de las ciencias exactas, desdeñan los detalles de la intrahistoria. Quizás porque no se sustenta en pruebas documentales y se le trata despectivamente como anécdota. La intrahistoria se alimenta a veces de menudencias, de hechos pequeños que no siempre trascienden, lo cual no niega su importancia intrínseca.
De modo que el desprecio de la anécdota no es exclusivo de los cientistas sociales, pues como dije antes, hay corrientes en la literatura de ficción que pretenden prescindir de ella para referir hechos imaginarios y narraciones literarias que no cuenten, sino sugieran.
Las anécdotas suelen ser vitales para definir el carácter de los hombres públicos, protagonistas de los hechos que constituyen la historia, ya fueren políticos, escritores, profetas o científicos. En algunos hombres, la intrahistoria, o esos detalles menores de su vida, se tornaron en cuestiones fundamentales.
Desde luego, que la literatura no deja de ser creación porque el autor se haya fundamentado en hechos y personas reales para diseñar sus personajes y atribuirles los hechos que constituirán la trama de una novela, de un cuento, un drama teatral o el guión de una película.
La novela, por ejemplo, es el género que más se nutre de la historia, sin que sus propósitos y su forma de elocución puedan confundirse con esa ciencia. La función de una y de otra están claramente definidas y diferenciadas, no obstante las coincidencias que pueden encontrarse.
Nunca un historiador revela tan detenidamente las interioridades de una persona, como lo hace el novelista con sus personajes, que al fin y al cabo son personas proyectadas con otras perspectivas. El buen escritor ha de tener mucho de sicólogo para penetrar en el personaje y escrutar lo más íntimo, peculiar y útil de éste para realizar su trabajo de creación.
Don Quijote, Sancho, Romeo, Julieta, Madame Bovary, Mefistófeles, Bernarda Alba, Dorian Gray, Yelidá y Charlotte Amalie son elocuentes ejemplos de los elementos que realizan la acción en la historia de que se trate. Son personajes. Ellos se diferencian de otros por su carácter, que se determina por el conjunto de cualidades propias e intransferibles de cada uno de ellos y que los autores han conformado a fuerza de hurgar en el alma de seres humanos reales.
En el caso de Manuel Salvador Gautier y la novela Serenata, los personajes han sido tomados de la realidad, pero observando y dimensionando aspectos que a los historiadores poco importan. Gautier actúa como un maestro en el arte de bucear en el alma humana y revelar interioridades de la misma, que debe ser propósito de todo hacedor de personajes.
En la novela de Gautier la persona real queda retratada con sus vicios y virtudes, sus fortalezas y debilidades. Esta novela se ocupa de aspectos singulares de la vida del matrimonio formado por Salomé Ureña y Francisco Henríquez y Carvajal, a quienes como personas reales y protagonistas de hechos sobresalientes de la historia dominicana, hemos conocido a través de la educación formal. Pero en ellos aparecen comportamientos y peculiaridades tales que se constituyen en personajes, cuyas vidas se hacen dignas de ser contadas desde la óptica literaria.
Es lo que ha hecho Gautier, en Serenata, quien no copia la realidad, sino que la capta con visión de artista, para penetrar a estratos a los que la mirada del historiador no interesa llegar.
Pío Baroja, novelista y ensayista español, apuntó lo siguiente: “…en la novela y en todo arte literario, lo difícil es inventar, más que nada inventar personajes que tengan vida y que nos sean necesarios sentimentalmente para algo…” (Vivaldi, 394)
Gautier ha revelado de la familia Henríquez Ureña lo que no han dicho los historiadores. Nuestro autor crea y recrea los hechos que ocurrieron en esta familia, y aunque en la obra brota el lirismo y la gracia creativa, el autor se ciñe a hechos reales en los que coliden lo dulce y lo amargo, la fortuna y el desamparo, el éxito y la derrota.
En Serenata, los personajes no son puro invento del autor, la sustancia principal para la conformación de los mismos ha sido extraída de las cartas que se enviaron Salomé y su esposo, cuando éste vivía en Francia, donde se trasladó a estudiar la carrera de medicina, dejando a su mujer con dos niños.
Francisco Henríquez Carvajal se torna en un ser que parece de fantasía, por la adopción de actitudes y formas de ser que lo tipifican como personaje, cual si fuese producto de la creación: sus amores secretos, la actitud hacia su hijo Frank, la dejadez con la esposa…
En tanto, la paciencia, la ternura, la debilidad física y la fortaleza moral, así como la capacidad de espera de Salomé la dibujan como un ser extraordinario. Lo cierto es que son los hechos ocurridos en la vida de esta pareja, su relación con los hijos, la ambición y el egoísmo de Francisco y la generosidad e inteligencia de Salomé lo que determina que se hayan convertido en personajes aptos para el tratamiento literario, como lo ha hecho Gautier, con sobrada emoción y acierto.
Con ésta, su tercera obra narrativa, Gautier ha demostrado un adecuado manejo en los recursos del lenguaje. Sus oídos, sus ojos, su sensibilidad lo han conducido hacia un tema que estaba ahí, esperando un autor que le diera la forma definitiva de una novela.
Y él lo ha hecho de la mejor manera, porque ha sabido combinar la importancia de un hecho con el manejo de la técnica narrativa, porque ha sabido imprimir sentido literario a la vida de una familia ilustre, cuyos aportes a la educación y a la vida institucional de la nación resultan incuestionables.
Desde este punto de vista, podría decirse que Serenata describe una realidad, pero no es historia; se vale de la ficción, pero no es mentira. Aun más, con esta novela Gautier eleva hechos de la historia local a la condición de universales, partiendo de los elementos sempiternos en la creación literaria: amor, ambición, traición, adulterio, angustia, vanidad, espera.
A estos detalles argumentales, hemos de agregar el vivificante dramatismo con que se cuentan los hechos, con claro dominio de la técnica narrativa, y la presencia de un nivel de estilo propio de las grandes creaciones.
Gautier luce una prosa nítida, aderezada con salpiques de poesía, y esto, junto al manejo de los hechos y situaciones, le permite justificar su incursión en las intimidades de la familia Henríquez Ureña, para desmitificarla y mostrar sus grandezas y también sus pequeñeces. Con esta novela, Gautier plantea un desafío a la historia y a los historiadores.
Y desafía también a los escritores que no ven en nuestro entorno, temas dignos de sus creaciones y se pierden, por tanto, de la oportunidad de ofrecer su visión de nuestra sociedad a través de su obra, como bien sirve la obra de Gautier para presentar su enfoque sobre la sociedad dominicana de finales del siglo 19.
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