Monday, May 3, 2010

01c Manuel Salvador Gautier: La trayectoria de mi creación literaria

LA TRAYECTORIA DE MI CREACIÓN LITERARIA
Por Manuel Salvador Gautier



MSG en el podio


PRIMER CONTACTO CON LAS LETRAS
Cuando llegué al sexto o al séptimo curso ocurrió el milagro que me orientó hacia el escritor en literatura que soy hoy. La profesora de español, Mrs. Nereida de Polanco, nos asignaba novelas que debíamos leer: algunas españolas (Marianela de Benito Pérez Galdós) y otras latinoamericanas (María de Jorge Isaacs). Debíamos preparar informes sobre su trama, sus personajes y otras características literarias. Aún guardo uno de estos informes sobre la novela El capitán veneno de Alarcón; lo leo ahora y me doy cuenta de que, a esa edad temprana (entre los doce y trece años), estaba latente en mí el intelectual
que soy hoy.

LIBROS QUE HAN INFLUENCIADO EN MÍ
A esa misma edad y hasta los quince años leía las novelas de Alejandro Dumas y Julio Verne. Junto a las novelas más famosas de Dumas, como Los tres Mosqueteros y El conde de Montecrito, hay docenas de novelas históricas que, en conjunto, presentan un cuadro novelado bastante completo de la historia de Francia. Las leí casi todas. Amar la narrativa de Dumas significó amar la novela histórica. Desde entonces soy un apasionado de este tipo de novela. Así mismo, amar la narrativa de Julio Verne significó amar la novela de ciencia ficción. Fue mi otra pasión literaria en mi adolescencia, luego siguió en mi juventud y mi adultez. Son los dos tipos de novelas a las cuales he sido fiel durante toda mi vida.

MOTIVACIONES QUE ME HAN LLEVADO A LA ESCRITURA
Sólo existe una motivación para que un escritor escriba y es su deseo de escribir. Cuando era niño, me deleitaba organizando cuadernos de las materias asignadas para que estuvieran bien estructurados y bien escritos. El tiempo que mi hermano José gastaba en jugar a la pelota o en salir por ahí con los amigos, yo lo usaba en preparar mis asignaciones escolares para que no necesitaran correcciones. Siempre me dediqué a la tarea de leer, de escribir, de expresarme a través de la palabra y la imagen como un esfuerzo para identificarme a mí mismo.
Cuando a los quince años, en 1945, entré a la Preparatoria en un internado en Estados Unidos, no sabía bien el inglés. Aún así, me inscribí en el Creative Writing Club, el Club de Literatura Creativa, en el que hacía poemas y cuentos en inglés. Mientras estudié en los Estados Unidos, hasta 1950, me deleitaba escribiendo cartas muy largas a mis padres y amigos, informándole sobre lo que ocurría en la escuela. Estas cartas me iniciaron en la redacción de una escritura detallada y amena.

QUÉ BUSCO AL ESCRIBIR LITERATURA
Al escribir literatura busco expresarme, realizar en ficción lo que no he hecho, no he podido o no he querido hacer en la vida.
Cuando mis compañeros de escuela y universidad se entrenaban en las lomas de Cuba para exponer sus vidas en la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, redactaron un manifiesto donde proponían los principios sobre libertad y democracia en los cuales yo creo. Los canté en la tetralogía Tiempo para héroes. Los protagonistas, Guarionex y Publio José, son y hacen lo que yo hubiera querido ser y hacer en esa gesta.
El antihéroe Chuchú que retraté en Toda la vida es el hombre que soy, el hombre que no tiene iniciativa propia pero que se lanza tras las iniciativas de los otros porque cree en lo que ellos también creen. Esto fue así hasta que me lancé a ocupar un puesto en el mundo literario dominicano. Desde entonces, soy muy agresivo, aunque yo mismo, a veces, ni me doy cuenta.
Me encanta la deconstrucción literaria, es decir, llevar el mito a la realidad. En Serenata canto a Salomé Ureña de Henríquez, la mujer magnífica, la mujer ideal, la mujer a la que todos los hombres están obligados a amar, a rendirle tributo, y trato de evidenciar el valor patriótico de Francisco Henríquez y Carvajal, el héroe que enfrentó a los norteamericanos en la invasión de 1916 y cuya historia de prócer de la Patria nadie conoce. Más recientemente, en Dimensionando a Dios, busco darle poder y vida a un Juan Pablo Duarte cuyo imagen se maneja con sobrentendidos y frases manidas. Es un acto de retribución a sus mitos, que enfrento con parámetros realistas.
Al escribir literatura también intento demostrar mi capacidad como intelectual. Aspiro a ser un intelectual cuya obra literaria permanezca en el tiempo y sea cotizada en el futuro.

CUÁLES SON MIS APELACIONES PROFUNDAS
Mi incorporación activa a la literatura redactando novelas, relatos, ensayos y cuentos es para mí “la” realización de mi vida; la meta que, de joven, nunca visualicé como una manera de vivir el mundo, como una propuesta concreta para organizar mis actividades diarias. Ahora, todo mi ser apela a la convicción de haber encontrado lo que realmente me mueve a existir. Siento tener una fuerza vital que me compele a escribir, como si el tiempo que me queda de vida no bastara para todo lo que tengo que decir, para todo lo que tengo que aportar a la literatura dominicana y del mundo.
No soy timorato en esto. Estoy consciente del poder que tengo. Me dedico por entero a ello. La literatura apela a mi creatividad, a mi sentido de ubicuidad, a mi identidad como hombre que discierne lo que existe en la realidad de la materia y del sentido, y puede transformarlos en la realidad de las palabras.
En la literatura soy un creador de imágenes, de personajes, de situaciones… y un analista, un analista de hechos. Con estos instrumentos de la imaginación convenzo a mis interlocutores de la verosimilitud o de la justificación de aquello que propongo.

DE QUÉ MANERA HA INFLUIDO EL ATENEO INSULAR EN MI FORMACIÓN LITERARIA
Inicié mi carrera de ficción literaria entre cuatro paredes, escondido de los demás porque no confiaba en las posibilidades expresivas de mi genio creativo y temía al fracaso. Trabajaba en las madrugadas porque no tenía otra hora durante el día para hacerlo y además porque podía ocultar lo que hacía. Fue un acto íntimo, desafiante, en el que descargaba toda la fuerza creadora que había acumulado durante mi vida sin poder canalizarla debidamente. Produje la tetralogía Tiempo para héroes.
Durante los cuatro años que me tomó escribirla, cuando ya estaba convencido de que podía terminarla, comencé a prever su publicación, que conllevaba a una nueva carrera para mí, la carrera literaria, la de la tercera edad, como a veces digo de juego; en realidad, la que siempre quise desarrollar aunque no me diera cuenta de ello. ¿Pero cómo asegurarme de que esta obra tuviera valor literario, de que no sería otro novela improvisada, de las que abundan en nuestro mundo literario?
Cuando la terminé se la llevé a Virgilio Díaz Grullón, Premio Nacional de Literatura y un amigo de la familia, que se había retirado de su carrera como economista y, según me dijo su esposa, Aída Bonnelly, tenía tiempo libre para leerla y enjuiciarla. Fui y deposité el legajo de mil y tantas páginas sobre la mesa que me indicó Virgilio.
—Déjalo ahí; te llamaré cuando tenga algo qué decirte.
Eventualmente me llamó y, por las observaciones que me hizo, la obra se redujo a alrededor de unas ochocientas páginas; luego, por recomendación de Juan José Ayuso, se dividió en cuatro novelas. En 1993 ganó el Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván de la Secretaría de Estado de Educación.
Para ubicarme en el mundo literario dominicano, comencé a asistir a todas las conferencias literarias y presentaciones de libros que se ofrecían. Con el deseo de ponerme al día, en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña hice un cursillo de literatura sobre la novela, el cuento, la poesía y el teatro.
Asistí a una tertulia del Círculo Literario Manuel del Cabral del Ateneo Insular en Santo Domingo. Allí traté a la poeta Lourdes Billini quien me animó a asistir a una de las reuniones mensuales que hace el Ateneo Insular, a la que me había invitado el novelista José Antonio Bobadilla, dirigente del Círculo. Fue en Montecristi, y para allá nos encaminamos Lourdes y yo. Luego conocí a su Presidente, Bruno Rosario Candelier, que andaba por España. Eso fue en 1995. A partir de ese momento he sido un fiel asistente a todas las actividades del Ateneo Insular. Admiro enormemente a su Presidente, creo que es uno de los intelectuales de mayor capacidad y trascendencia literaria que tiene la República Dominicana. Los otros intelectuales de finales del siglo XX que reconozco con igual categoría son Manuel Rueda, ya desaparecido, y Marcio Veloz Maggiolo.
En el Ateneo Insular encontré un conjunto de escritores de mucha capacidad que puedo señalar con gran placer. Ya mencioné a Bobadilla y a Billini; los otros son Pedro Gris, Carmen Pérez, Guillermo Pérez, Ángel Juliao, Arsenio Díaz, Tulio Cordero, Argelia Aybar, Jaime Tatem Brache y Miguel Solano; hay más.
En el Ateneo Insular existen dos aspectos fundamentales que han contribuido a mi formación literaria. Está la filosofía interiorista que me ha llevado a la reflexión sobre la metafísica, el misticismo y el mito y ha incorporado una riqueza espiritual y temática a mis escritos que no hubiera logrado de otra manera, y están las tertulias donde se discuten temas literarios de alta envergadura y se tratan con gran discernimiento las creaciones literarias de sus miembros. Ambas instancias me han estimulado a superarme como narrador. Sin las orientaciones sobre la metafísica, el misticismo y el mito de Rosario Candelier; las disquisiciones de Pedro Gris y Carmen Pérez sobre sus convicciones literarias y las discusiones entre los miembros del Ateneo Insular sobre la poesía y los poetas, no hubiera podido escribir las novelas Serenata y Un árbol para esconder mariposas y, especialmente, El asesino de las lluvias y La fascinación de la rosa (aún inédita).
En el Ateneo Insular, Rosario Candelier me asignaba trabajos para presentar en las tertulias. Desarrollé el arte de la crítica literaria o el ensayo corto. He escrito unos cincuenta ensayos, todos con consideraciones y propuestas de mucho peso en cuanto al tema, generalmente sobre una obra narrativa. Escribí “La fatalidad no está en un campanario de París”, que trata acerca de la novela Nuestra Señora de París de Víctor Hugo y que ganó en el 2002, uno de los dos premios de ensayo patrocinado por la Secretaría de Educación y la Embajada Francesa con motivo del bicentenario del nacimiento de Víctor Hugo. El trabajo fue publicado en español y en francés y difundido a nivel internacional.
También por disposición de Rosario Candelier, aunque con menos afluencia pues prefiero la narrativa de largo alcance, he escrito cuentos con temas bíblicos y otros. Uno de ellos, “Urías”, traducido al italiano, ganó en 2005 el segundo premio de cuentos en un concurso internacional patrocinado por la Editora Il Molo, de Viareggio, Italia.
Gracias al Ateneo Insular gané confianza en la redacción de mi obra literaria y puedo decir sin rubor que soy un escritor formado, con un cuerpo de obras fundamentales en la literatura dominicana que muy pocos literatos pueden mostrar en nuestro país.

QUÉ DIFICULTADES HE TENIDO QUE ENFRENTAR Y RESOLVER CON EL LENGUAJE
Aprendí a redactar la lengua española en la primaria, que completé cuando tenía catorce años. Mis profesores de español fueron magníficos y mi afán desde pequeño por escribir correctamente contribuyó a que tuviera un excelente nivel en su redacción. En la secundaria el aprendizaje fue en inglés; sé escribir en esa lengua igual que en mi propia lengua. En la actualidad tengo problemas al confundir algunos aspectos gramaticales del inglés cuando escribo en español. Por ejemplo, uso demasiadas comas pues en inglés es obligatorio hacerlo para estructurar el párrafo. También, no domino el uso en español de las preposiciones. He tenido otros problemas similares que he ido resolviendo, aunque aún se me escapan algunos.
Han colaborado conmigo muy buenos correctores de estilo. Leo Madera fue excelente en mis primeras novelas, Tiempo para héroes y Toda la vida. También para Serenata y Balance de tres, y una novela histórica, muy larga, inédita, llamada La mala maña. Roberto Sánchez me ayudó muchísimo en Historias para un buen día. Como poeta que es, me introdujo a la sustitución de “pero” por “mas”, y ahora no dejo de hacerlo. Jaime Tatem Brache corrigió de nuevo La mala maña después que la reduje; también Un árbol para esconder mariposas, El asesino de las lluvias y La fascinación de la rosa. Tatem Brache, además de corrector de estilo, edita mis obras. Me señala puntos que debo completar o eliminar, aunque a veces, no puedo hacer lo que me recomienda. Últimamente he tenido la ayuda de don Manuel Campos Navarro en Tres cosas te ofrezco, aún inédita, y a Fari Rosario en Dimensionando a Dios, la historia del joven Juan Pablo Duarte, que ha sido escogida para ser la obra a leer en el concurso literario anual 2010 del Colegio Santa Teresita, de Santo Domingo.
La realidad es que soy un escritor natural y que, cuando me siento a escribir una obra, redacto las oraciones siguiendo las reglas sencillas de la gramática con un gran acierto imaginativo. Además domino la palabra, tengo un vocabulario enorme que adquirí en mi juventud cuando leía libros en cantidad y me auxiliaba del diccionario para entender las palabras que desconocía. Lo puedo aplicar con exactitud, aunque, para enriquecer las oraciones, busco sinónimos en un Diccionario de sinónimos y antónimos.
En definitiva, he sido un intelectual desde el momento en que mis padres decidieron educarme facilitándome una formación esmerada y guiándome hacia los aspectos prácticos de la intelectualidad, es decir, hacia la especialización en una profesión con la cual mantener una posición social. Siempre quise hacer literatura. Basándome en esa voluntad inherente al creador intelectual, pude posesionarme de un espacio literario cuando ya parecía que no podría hacerlo y lucho ahora por mantenerme y proyectarme en ese espacio.
Santo Domingo, 14 de enero de 2010

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