Omar Messon en foto de archivo
Historia, mito y condensación en la novela Balance de tres de Manuel Salvador Gautier
Por Omar Messon
Historia, mito y condensación en la novela Balance de tres de Manuel Salvador Gautier
Por Omar Messon
Realizar un estudio sobre algunos aspectos de una novela es un terrible compromiso, pero mayor compromiso es leer el estudio frente al escritor, porque éste podría pensar que estamos mintiendo totalmente, que desconocemos el motivo de su escritura o, peor aún, que no entendimos absolutamente nada de su novela, y podríamos además llegar a crear en él cierto estado de frustración. Puede pasar además que el autor se burle en sus adentros. Aceptamos los riesgos.
A nosotros nos toca abordar tres aspectos de la novela Balance de tres del escritor dominicano Manuel Salvador Gautier, a saber: lo histórico, el mito y la condensación.
A nuestro entender, a pesar de la intención del autor, el plano histórico en la novela Balance de tres es apenas una sugerencia; el autor lo trata de soslayo; lo utiliza, si se quiere, como ambiente y escenario en el cual los personajes se mueven al ritmo de unos acontecimientos que los marcan. Un personaje importante utilizado por el autor para justificar la narración de hechos patrióticos lo es Herminio, que es en sí una colectividad de personajes. En él se resume toda una visión del ser nacional que conjuró la nefasta intervención norteamericana de 1916 en la República Dominicana. Herminio es una especie de zócalo histórico para justificar la mitificación de una conducta de rechazo a la intervención. Al autor poco le importa narrar las causas de la intervención; lo más importante para él es dar las características del grupo de valientes que se lanzaron a la guerra de guerrillas para terminar con la oprobiosa época. Manuel Salvador Gautier, que es un narrador adulto, no se permite caer en los flirteos de los apasionantes hechos históricos que podrían hacer girar abruptamente el curso de su historia. La sapiencia del autor le permite ir detrás de los personajes para narrar las cosas que les van aconteciendo; no hala a sus personajes para que actúen a su omnímoda voluntad, pero tampoco los empuja, se complace con verlos moverse con soltura, con donaire a veces, con libertad.
Con respecto a la superstición como elemento definitorio de la novela, es de nuestro parecer que el autor mismo forma parte de estas creencias. Es Freud quien enuncia el principio según el cual ciertas insuficiencias de nuestros funcionamientos psíquicos y ciertos actos aparentemente no intencionados se demuestran, cuando se les somete a la investigación psicoanalítica, como provocados y determinados por motivos desconocidos de la conciencia. En esta novela, a nuestro entender, el autor toma partido de las supersticiones. No solamente se limita a ver a los personajes desde su visión panóptica, sino que, al parecer, la Reina de las Aguas lo toca a él también, influye en su subconsciente hasta tornarlo apasionado de esta especie de santería; es como si sobreviniesen estados sobredeterminados por el inconsciente, esto es, por leyes ajenas a la conciencia.
Con sobrado acierto, el notable crítico dominicano Dr. Bruno Rosario Candelier, al referirse a la novelística de Manuel Salvador Gautier, establece lo siguiente: “Hay también una estrecha relación entre historia y mito. Todo novelista se vincula de alguna manera con estos dos aspectos de la cultura y la sociedad: con la historia, porque se nutre de la realidad y se alimenta de los hechos del pasado, aún más, si se trata de un novelista que recrea la historia como lo ha hecho Gautier; pero al ser novelista y no historiador, el creador de ficciones tiene cierta relación con el mito, por lo que esa dimensión de la cultura antropológica comporta para la literatura”. Ciertamente es así, el autor no puede ni debe –entiendo yo- desembarazarse de las imposiciones sociales; es la superestructura predeterminada por las condiciones materiales de la existencia, como dijo el viejo Marx. El autor no logra desligarse de las influencias obligadas de las categorías filosóficas que conforman su cosmovisión, y esto es un acto consciente. En este caso, en la novela Balance de tres, el autor asume el mito de manera desenfadada y lo convierte en realidad certera. El autor nos dice por su propia boca lo siguiente: “Es sabido que el hombre tiene preferencias y conforma valores, incorporándolos a la cultura que crea”. Sobrada razón, no más.
Con respecto a la condensación de la novela Balance de tres, debemos decir que de manera equívoca algunos críticos, entre los cuales se encuentra Julio Torri, creyeron resolver el secular problema de determinar cuáles son los elementos diferenciadores del cuento y la novela, afirmando con un grito que se oyó en el cielo, una especie de ¡Eureka! del matemático griego Arquímedes y terminaron afirmando descaradamente que el cuento es intenso y la novela es extensa. Craso error. ¿Por qué negarle a la novela su intensidad? Los miserables de Victor Hugo es más intensa que muchos cuentos; el Ulises de Joyce, también, y así un sinnúmero de novelas que ponen el tema de las diferenciaciones sobre el tapete de nuevo. He aquí un ejemplo orientador en esta novela de Manuel Salvador Gautier, Balance de tres. Es una novela bastante intensa, que puede leerse de un solo tirón. Es que la intensidad no la da en modo alguno la extensión de la obra literaria sino la minuciosidad, la visión microscópica de los hechos, la narración fiel de los pormenores. Y cuando algunos hechos son obviados, el autor no tiene reparo en devolverse y bien narrar lo acontecido. Como ejemplo tenemos la especie de dejà vu que realiza el autor cuando, narrando en tercera persona, nos cuenta cosas de la vida de Teonil, y, narrando en primera persona, nos cuenta hechos que acontecieron al personaje de Nilo, mientras, simultáneamente, a Teonil le ocurrían otros hechos. Este ejercicio de estilo hace crear un paralelismo expreso entre las dos vidas mencionadas. Importante es este pasaje, porque él denuncia la pluma peculiar que porta, su inventiva, su preocupación por la novedad. Pero Manuel Salvador Gautier, que no es un come légamo, se defiende él mismo y nos dice: “La estética de un autor va ligada a los conceptos, las formas literarias y las técnicas que emplea”. No hace falta recurrir a la abundancia que daña, ya él lo dijo todo.
En sentido general Balance de tres es una gran novela, representa una referencia obligada para la novelística de la República Dominicana. Existe en este momento en nuestro país una discusión interesante sobre si hay entre nuestros escritores una novela que pueda internacionalizarse. A nosotros nos parece que hay que hurgar en la novelística de Manuel Salvador Gautier para que empiece la búsqueda del respeto internacional para nuestra novelística.
Al abordar estos tres aspectos de la novela de Manuel Salvador Gautier, creo que hemos hecho un balance de tres.
A nosotros nos toca abordar tres aspectos de la novela Balance de tres del escritor dominicano Manuel Salvador Gautier, a saber: lo histórico, el mito y la condensación.
A nuestro entender, a pesar de la intención del autor, el plano histórico en la novela Balance de tres es apenas una sugerencia; el autor lo trata de soslayo; lo utiliza, si se quiere, como ambiente y escenario en el cual los personajes se mueven al ritmo de unos acontecimientos que los marcan. Un personaje importante utilizado por el autor para justificar la narración de hechos patrióticos lo es Herminio, que es en sí una colectividad de personajes. En él se resume toda una visión del ser nacional que conjuró la nefasta intervención norteamericana de 1916 en la República Dominicana. Herminio es una especie de zócalo histórico para justificar la mitificación de una conducta de rechazo a la intervención. Al autor poco le importa narrar las causas de la intervención; lo más importante para él es dar las características del grupo de valientes que se lanzaron a la guerra de guerrillas para terminar con la oprobiosa época. Manuel Salvador Gautier, que es un narrador adulto, no se permite caer en los flirteos de los apasionantes hechos históricos que podrían hacer girar abruptamente el curso de su historia. La sapiencia del autor le permite ir detrás de los personajes para narrar las cosas que les van aconteciendo; no hala a sus personajes para que actúen a su omnímoda voluntad, pero tampoco los empuja, se complace con verlos moverse con soltura, con donaire a veces, con libertad.
Con respecto a la superstición como elemento definitorio de la novela, es de nuestro parecer que el autor mismo forma parte de estas creencias. Es Freud quien enuncia el principio según el cual ciertas insuficiencias de nuestros funcionamientos psíquicos y ciertos actos aparentemente no intencionados se demuestran, cuando se les somete a la investigación psicoanalítica, como provocados y determinados por motivos desconocidos de la conciencia. En esta novela, a nuestro entender, el autor toma partido de las supersticiones. No solamente se limita a ver a los personajes desde su visión panóptica, sino que, al parecer, la Reina de las Aguas lo toca a él también, influye en su subconsciente hasta tornarlo apasionado de esta especie de santería; es como si sobreviniesen estados sobredeterminados por el inconsciente, esto es, por leyes ajenas a la conciencia.
Con sobrado acierto, el notable crítico dominicano Dr. Bruno Rosario Candelier, al referirse a la novelística de Manuel Salvador Gautier, establece lo siguiente: “Hay también una estrecha relación entre historia y mito. Todo novelista se vincula de alguna manera con estos dos aspectos de la cultura y la sociedad: con la historia, porque se nutre de la realidad y se alimenta de los hechos del pasado, aún más, si se trata de un novelista que recrea la historia como lo ha hecho Gautier; pero al ser novelista y no historiador, el creador de ficciones tiene cierta relación con el mito, por lo que esa dimensión de la cultura antropológica comporta para la literatura”. Ciertamente es así, el autor no puede ni debe –entiendo yo- desembarazarse de las imposiciones sociales; es la superestructura predeterminada por las condiciones materiales de la existencia, como dijo el viejo Marx. El autor no logra desligarse de las influencias obligadas de las categorías filosóficas que conforman su cosmovisión, y esto es un acto consciente. En este caso, en la novela Balance de tres, el autor asume el mito de manera desenfadada y lo convierte en realidad certera. El autor nos dice por su propia boca lo siguiente: “Es sabido que el hombre tiene preferencias y conforma valores, incorporándolos a la cultura que crea”. Sobrada razón, no más.
Con respecto a la condensación de la novela Balance de tres, debemos decir que de manera equívoca algunos críticos, entre los cuales se encuentra Julio Torri, creyeron resolver el secular problema de determinar cuáles son los elementos diferenciadores del cuento y la novela, afirmando con un grito que se oyó en el cielo, una especie de ¡Eureka! del matemático griego Arquímedes y terminaron afirmando descaradamente que el cuento es intenso y la novela es extensa. Craso error. ¿Por qué negarle a la novela su intensidad? Los miserables de Victor Hugo es más intensa que muchos cuentos; el Ulises de Joyce, también, y así un sinnúmero de novelas que ponen el tema de las diferenciaciones sobre el tapete de nuevo. He aquí un ejemplo orientador en esta novela de Manuel Salvador Gautier, Balance de tres. Es una novela bastante intensa, que puede leerse de un solo tirón. Es que la intensidad no la da en modo alguno la extensión de la obra literaria sino la minuciosidad, la visión microscópica de los hechos, la narración fiel de los pormenores. Y cuando algunos hechos son obviados, el autor no tiene reparo en devolverse y bien narrar lo acontecido. Como ejemplo tenemos la especie de dejà vu que realiza el autor cuando, narrando en tercera persona, nos cuenta cosas de la vida de Teonil, y, narrando en primera persona, nos cuenta hechos que acontecieron al personaje de Nilo, mientras, simultáneamente, a Teonil le ocurrían otros hechos. Este ejercicio de estilo hace crear un paralelismo expreso entre las dos vidas mencionadas. Importante es este pasaje, porque él denuncia la pluma peculiar que porta, su inventiva, su preocupación por la novedad. Pero Manuel Salvador Gautier, que no es un come légamo, se defiende él mismo y nos dice: “La estética de un autor va ligada a los conceptos, las formas literarias y las técnicas que emplea”. No hace falta recurrir a la abundancia que daña, ya él lo dijo todo.
En sentido general Balance de tres es una gran novela, representa una referencia obligada para la novelística de la República Dominicana. Existe en este momento en nuestro país una discusión interesante sobre si hay entre nuestros escritores una novela que pueda internacionalizarse. A nosotros nos parece que hay que hurgar en la novelística de Manuel Salvador Gautier para que empiece la búsqueda del respeto internacional para nuestra novelística.
Al abordar estos tres aspectos de la novela de Manuel Salvador Gautier, creo que hemos hecho un balance de tres.
No comments:
Post a Comment