El poeta y narrador Fari Rosario
Presentación de la novela La fascinación de la rosa
de Manuel Salvador Gautier
Por Fari Rosario
Pertenezco a una raza que venera tanto a la muerte como a la vida
(Albert Camus)
Presentación de la novela La fascinación de la rosa
de Manuel Salvador Gautier
Por Fari Rosario
Pertenezco a una raza que venera tanto a la muerte como a la vida
(Albert Camus)
Durante el breve tiempo que dura nuestra vida en el mundo –donde adquirimos la ineludible condición de errantes o seres trashumantes– nos aferramos a las cosas mediáticas: la casa, el carro, la propiedad material, el ciclo exitoso y progresivo de los negocios y la rimbombante vida del confort. Así vivimos: apegados y aferrados, como pulgas o seres opacos al filo de una lucha vertiginosa y rudimentaria.
Rara vez el hombre moderno se siente verdaderamente apelado o fascinado por la vida del espíritu o por esas eternas inquietudes que levemente, como brisa de la tarde, se deslizan por el corazón del ser humano. Si de algo estamos seguros es de que el hombre, ya lo decía Blas Pascal, no puede vivir al margen de las grandes inquietudes del corazón.
Esa inquietud es inherente a la esencia del hombre. Pero en el espejo de los tiempos, de eso que algunos osados llaman “tiempo histórico o progresivo”, las luchas espirituales se acrecientan y definen la cartografía sentimental de las grandes ciudades y naciones modernas.
Esa inquietud in crescendo traduce la insatisfacción latente del hombre ante el eterno problema de la soledad, la muerte, el misterio, el devenir de la espiritualidad y la incertidumbre del vivir. Las respuestas que conocemos en torno a estas inquietudes son las que nos han brindado la ciencia, los sistemas filosóficos y la religión; y al fin y al cabo, han resultado ser insuficientes, pobres, y dogmáticas.
Estos problemas y estas inquietudes que acabo de mencionar forman el entramado temático de la novela La fascinación de la rosa, que hoy nos entrega el escritor Manuel Salvador Gautier.
Gautier, quien me honra con su amistad incondicional, es un ser humano afable, generoso y de grandes valores éticos y patrióticos. Quienes lo hemos tratado y lo hemos leído, sabemos que no es un escritor que trabaja de tarde en tarde o en días feriados, sino un escritor a tiempo completo, responsable, conocedor del oficio. Y más aún: él tiene la cualidad, rarísima en nuestro estreñido medio literario, de poder renovarse en cada novela, pues cada obra suya es el testimonio de una búsqueda novedosa que se concreta en ideas, imágenes, recuerdos y personajes. Y esto él lo viene haciendo desde que irrumpe en la literatura dominicana en la década del noventa, cuando publica su tetralogía Tiempo para héroes. Gautier, para alegría de muchos, ha engalanado la tradición novelística de nuestro país con la publicación de novelas tan paradigmáticas como Serenata o Balance de tres.
La novela que hoy nos entrega es de fácil lectura, una narración breve, lineal, con un lenguaje llano, con pocos personajes, sencilla. Sí, sencilla, pero con planteamientos e intuiciones muy profundos.
La novela se divide en tres partes: Percepción, Extroversión e Introspección.
La fascinación de la rosa no aborda el tema histórico, con el que se dio a conocer el autor, sino los vericuetos y los meandros de la espiritualidad del hombre que se da cuenta de que las hojas del otoño anidan en su cabeza. La novela cuenta la historia de Federico Nadal, médico, hombre ya entrado en edad, acomodado; hombre que sufre el abandono de su mujer y que vive entre el aguijón de la incertidumbre y una vida monótona. A esto se suma una familia destrozada por la incomprensión y la discordia. Al conocer a Luisa Escobar no sólo recobra la pasión y la vitalidad del amor, sino que descubre un camino espiritual que lo redime y que sana las heridas más profundas. ¡Sí, tras esta ardua búsqueda hay una soterrada o solapada historia de amor! La Escobar, a veces parece una mujer intuitiva, otra un ser chapado a la antigua-, se dio cuenta de la agitación y el descalabro emocional en que vivía el médico Nadal. Ella quiere que él se purifique y llegue a conquistar su amor: y para esto le pone tres pruebas. Es entonces cuando el médico comienza un proceso hermético y sinuoso de una espiritualidad ecléctica, mezcla de vodú y religión natural, que quiere echar raíces en medio de los obstáculos, la desolación y el enigma de vivir enfrentado a las garras del misterio. El desarrollo y las vicisitudes de este atormentado periplo se pondrán de manifiesto en las continuas alucinaciones que sacuden a Federico. Basta abrir el libro y ahí nos encontramos al médico Nadal alucinando ante el espejismo de la vida o el asalto súbito de esos monstruos que no sólo engendra el sueño de la razón –como pensaba Goya–, sino también la aridez espiritual.
La fascinación de la rosa, como ustedes podrán constatar, es la historia del hombre que se siente interpelado por las grandes inquietudes, pero sobre todo, por el misterio que enardece, por una espiritualidad que se ensancha y que se alimenta de los manantiales interiores del hombre y del universo. El bello título de la narración, con su visible sentido alegórico, nos brinda una imagen que denuncia la belleza, la fugacidad de la rosa y su efímero perfume… La rosa, por así decirlo, tiene un vínculo con el misterio y lo místico. Y esto es así desde antiguo. Esto lo descubrimos cuando leemos los pensamientos y las reflexiones de Federico Nadal:
Miro de nuevo hacia el asentamiento de árboles y bohíos. No hay una sola luz, ni siquiera un indicio de algo que respira en ese espacio que recorrimos antes en vuelo de reconocimiento. Enfrentamos una oscuridad absoluta, un vacío negro, tremendo. El lakou ha desaparecido; se lo tragó la lluvia. Tinyó Alahué, Señor de las Aguas, nos prohíbe penetrarlo; ha oculto la entrada que antes se abría acogedora, entre postes sin puertas y bienvenidas sin prejuicios. El Misterio ha manifestado su inconformidad por nuestra falta de veneración y nos castiga.
Resiento la frustración que me produce este hecho intolerable. Invoco a Balbine para confrontarla, exigirle en las revelaciones que me prometió en las visiones que tuve con ella. Quiero que me explique la fascinación por la rosa que he experimentado en todas esas alucinaciones. Exijo la espiritualidad que me ha sido ofrecida (p. 146).
Con una prosa limpia y un acento poético el novelista nos sumerge en la búsqueda de Federico Nadal, un personaje que está en el crepúsculo de su vida, que piensa y siente reticencia ante el mundo y que en su interior bullen los temores y las angustias que engendran la senectud, la soledad y los vientos fríos de la muerte. Así lo testimonia este pasaje:
Tengo alucinaciones en las que me toco y no me siento, agonizo y resucito, acojo la vida y desafío la muerte. La muerte del hombre y la del mundo. No pienso en mi propia muerte, en su amenaza; adivino que el ataque de angina sirvió para sensibilizarme a comprender lo que me eludía. Son alucinaciones informes, incorpóreas, hechas de emociones, el resultado de mis angustias. Son, quizás, intuiciones para ponderar lo que aún me espera. Son, definitivamente, pulsaciones de un subconsciente que explota en revelaciones.
Este haz de alucinaciones es, en realidad, la espina dorsal de esta novela. Y, por rato, se convierte en la carta mágica y en la tabla de salvación del lector, pues hay personajes, acciones y eventos segregados e intrascendentes que parecen estar sueltos, suspendidos en el aire, ya que la cuerda o el trapecio de la narración solo es capaz de sostener a la intermitente conciencia del médico.
Evolución de un personaje
Federico Nadal es la Palanca espiritual de Arquímedes, es decir, él representa el punto de inflexión ante la vida, la vacuidad del mundo y la reunión de esos espacios dispersos en la vastedad geográfica y la alucinante memoria del Caribe, que es un legado de las religiones africanas y la civilización hispana. Ahí está el sincretismo religioso, el espíritu ecléctico que es una herencia y una bandera para distinguir el devenir de los pueblos del Nuevo Mundo. En esa memoria destellante convergen los caminos, o sea, esas inquietudes que no son solamente típicas del contexto dominicano o del Caribe, sino inquietudes universales que arrastran los hombres de todas las épocas.
Esto es importante por dos razones: primero, la dimensión universal del arte y, segundo, porque sólo los grandes sistemas de pensamiento y la literatura trascendente se plantean y abordan estos temas.
La actitud ante el misterio y el vaivén de las inquietudes de Federico no se quedan en la mera introspección y las elucubraciones propias del hombre de ciencia, de un racionalista, sino que hay una apertura y un movimiento armónico para abrir las puertas de la percepción, como las llamaba Aldous Huxley.
Estas inquietudes se concretizan y adquieren sentido, porque son vivencias originarias fundadas en el lenguaje y la búsqueda de sentido.
En definitiva, hoy más que nunca el hombre necesita experiencia, tanto metafísica como religiosa. Vivimos ante un hombre fragmentado, alienado, unidimensional y ensimismado en lo banal y las monerías de la técnica.
Hoy más que nunca el hombre necesita hurgar en los resquicios de la conciencia, en el pozo de su interioridad, y tratar de establecer el vínculo cuasi-sagrado con la naturaleza, porque solo así se puede recuperar la pureza de la mirada y el sentir, la inocencia y la verdad de espíritu. La literatura, al igual que el arte en general, es un buen medio para poner de relieve esta cuestión, porque la literatura no sólo es divertimento sino también conocimiento del mundo.
¡Saludamos la aparición de esta novela de Gautier!
Rara vez el hombre moderno se siente verdaderamente apelado o fascinado por la vida del espíritu o por esas eternas inquietudes que levemente, como brisa de la tarde, se deslizan por el corazón del ser humano. Si de algo estamos seguros es de que el hombre, ya lo decía Blas Pascal, no puede vivir al margen de las grandes inquietudes del corazón.
Esa inquietud es inherente a la esencia del hombre. Pero en el espejo de los tiempos, de eso que algunos osados llaman “tiempo histórico o progresivo”, las luchas espirituales se acrecientan y definen la cartografía sentimental de las grandes ciudades y naciones modernas.
Esa inquietud in crescendo traduce la insatisfacción latente del hombre ante el eterno problema de la soledad, la muerte, el misterio, el devenir de la espiritualidad y la incertidumbre del vivir. Las respuestas que conocemos en torno a estas inquietudes son las que nos han brindado la ciencia, los sistemas filosóficos y la religión; y al fin y al cabo, han resultado ser insuficientes, pobres, y dogmáticas.
Estos problemas y estas inquietudes que acabo de mencionar forman el entramado temático de la novela La fascinación de la rosa, que hoy nos entrega el escritor Manuel Salvador Gautier.
Gautier, quien me honra con su amistad incondicional, es un ser humano afable, generoso y de grandes valores éticos y patrióticos. Quienes lo hemos tratado y lo hemos leído, sabemos que no es un escritor que trabaja de tarde en tarde o en días feriados, sino un escritor a tiempo completo, responsable, conocedor del oficio. Y más aún: él tiene la cualidad, rarísima en nuestro estreñido medio literario, de poder renovarse en cada novela, pues cada obra suya es el testimonio de una búsqueda novedosa que se concreta en ideas, imágenes, recuerdos y personajes. Y esto él lo viene haciendo desde que irrumpe en la literatura dominicana en la década del noventa, cuando publica su tetralogía Tiempo para héroes. Gautier, para alegría de muchos, ha engalanado la tradición novelística de nuestro país con la publicación de novelas tan paradigmáticas como Serenata o Balance de tres.
La novela que hoy nos entrega es de fácil lectura, una narración breve, lineal, con un lenguaje llano, con pocos personajes, sencilla. Sí, sencilla, pero con planteamientos e intuiciones muy profundos.
La novela se divide en tres partes: Percepción, Extroversión e Introspección.
La fascinación de la rosa no aborda el tema histórico, con el que se dio a conocer el autor, sino los vericuetos y los meandros de la espiritualidad del hombre que se da cuenta de que las hojas del otoño anidan en su cabeza. La novela cuenta la historia de Federico Nadal, médico, hombre ya entrado en edad, acomodado; hombre que sufre el abandono de su mujer y que vive entre el aguijón de la incertidumbre y una vida monótona. A esto se suma una familia destrozada por la incomprensión y la discordia. Al conocer a Luisa Escobar no sólo recobra la pasión y la vitalidad del amor, sino que descubre un camino espiritual que lo redime y que sana las heridas más profundas. ¡Sí, tras esta ardua búsqueda hay una soterrada o solapada historia de amor! La Escobar, a veces parece una mujer intuitiva, otra un ser chapado a la antigua-, se dio cuenta de la agitación y el descalabro emocional en que vivía el médico Nadal. Ella quiere que él se purifique y llegue a conquistar su amor: y para esto le pone tres pruebas. Es entonces cuando el médico comienza un proceso hermético y sinuoso de una espiritualidad ecléctica, mezcla de vodú y religión natural, que quiere echar raíces en medio de los obstáculos, la desolación y el enigma de vivir enfrentado a las garras del misterio. El desarrollo y las vicisitudes de este atormentado periplo se pondrán de manifiesto en las continuas alucinaciones que sacuden a Federico. Basta abrir el libro y ahí nos encontramos al médico Nadal alucinando ante el espejismo de la vida o el asalto súbito de esos monstruos que no sólo engendra el sueño de la razón –como pensaba Goya–, sino también la aridez espiritual.
La fascinación de la rosa, como ustedes podrán constatar, es la historia del hombre que se siente interpelado por las grandes inquietudes, pero sobre todo, por el misterio que enardece, por una espiritualidad que se ensancha y que se alimenta de los manantiales interiores del hombre y del universo. El bello título de la narración, con su visible sentido alegórico, nos brinda una imagen que denuncia la belleza, la fugacidad de la rosa y su efímero perfume… La rosa, por así decirlo, tiene un vínculo con el misterio y lo místico. Y esto es así desde antiguo. Esto lo descubrimos cuando leemos los pensamientos y las reflexiones de Federico Nadal:
Miro de nuevo hacia el asentamiento de árboles y bohíos. No hay una sola luz, ni siquiera un indicio de algo que respira en ese espacio que recorrimos antes en vuelo de reconocimiento. Enfrentamos una oscuridad absoluta, un vacío negro, tremendo. El lakou ha desaparecido; se lo tragó la lluvia. Tinyó Alahué, Señor de las Aguas, nos prohíbe penetrarlo; ha oculto la entrada que antes se abría acogedora, entre postes sin puertas y bienvenidas sin prejuicios. El Misterio ha manifestado su inconformidad por nuestra falta de veneración y nos castiga.
Resiento la frustración que me produce este hecho intolerable. Invoco a Balbine para confrontarla, exigirle en las revelaciones que me prometió en las visiones que tuve con ella. Quiero que me explique la fascinación por la rosa que he experimentado en todas esas alucinaciones. Exijo la espiritualidad que me ha sido ofrecida (p. 146).
Con una prosa limpia y un acento poético el novelista nos sumerge en la búsqueda de Federico Nadal, un personaje que está en el crepúsculo de su vida, que piensa y siente reticencia ante el mundo y que en su interior bullen los temores y las angustias que engendran la senectud, la soledad y los vientos fríos de la muerte. Así lo testimonia este pasaje:
Tengo alucinaciones en las que me toco y no me siento, agonizo y resucito, acojo la vida y desafío la muerte. La muerte del hombre y la del mundo. No pienso en mi propia muerte, en su amenaza; adivino que el ataque de angina sirvió para sensibilizarme a comprender lo que me eludía. Son alucinaciones informes, incorpóreas, hechas de emociones, el resultado de mis angustias. Son, quizás, intuiciones para ponderar lo que aún me espera. Son, definitivamente, pulsaciones de un subconsciente que explota en revelaciones.
Este haz de alucinaciones es, en realidad, la espina dorsal de esta novela. Y, por rato, se convierte en la carta mágica y en la tabla de salvación del lector, pues hay personajes, acciones y eventos segregados e intrascendentes que parecen estar sueltos, suspendidos en el aire, ya que la cuerda o el trapecio de la narración solo es capaz de sostener a la intermitente conciencia del médico.
Evolución de un personaje
Federico Nadal es la Palanca espiritual de Arquímedes, es decir, él representa el punto de inflexión ante la vida, la vacuidad del mundo y la reunión de esos espacios dispersos en la vastedad geográfica y la alucinante memoria del Caribe, que es un legado de las religiones africanas y la civilización hispana. Ahí está el sincretismo religioso, el espíritu ecléctico que es una herencia y una bandera para distinguir el devenir de los pueblos del Nuevo Mundo. En esa memoria destellante convergen los caminos, o sea, esas inquietudes que no son solamente típicas del contexto dominicano o del Caribe, sino inquietudes universales que arrastran los hombres de todas las épocas.
Esto es importante por dos razones: primero, la dimensión universal del arte y, segundo, porque sólo los grandes sistemas de pensamiento y la literatura trascendente se plantean y abordan estos temas.
La actitud ante el misterio y el vaivén de las inquietudes de Federico no se quedan en la mera introspección y las elucubraciones propias del hombre de ciencia, de un racionalista, sino que hay una apertura y un movimiento armónico para abrir las puertas de la percepción, como las llamaba Aldous Huxley.
Estas inquietudes se concretizan y adquieren sentido, porque son vivencias originarias fundadas en el lenguaje y la búsqueda de sentido.
En definitiva, hoy más que nunca el hombre necesita experiencia, tanto metafísica como religiosa. Vivimos ante un hombre fragmentado, alienado, unidimensional y ensimismado en lo banal y las monerías de la técnica.
Hoy más que nunca el hombre necesita hurgar en los resquicios de la conciencia, en el pozo de su interioridad, y tratar de establecer el vínculo cuasi-sagrado con la naturaleza, porque solo así se puede recuperar la pureza de la mirada y el sentir, la inocencia y la verdad de espíritu. La literatura, al igual que el arte en general, es un buen medio para poner de relieve esta cuestión, porque la literatura no sólo es divertimento sino también conocimiento del mundo.
¡Saludamos la aparición de esta novela de Gautier!
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