Salcedo 2006
A MANUEL SALVADOR GAUTIER: DOI
Por Mónica Galleano Lehmann
Me pregunto: ¿Cuándo conocí a Doi? En la realidad “real” como dice Bruno en su Antología “El Ideal Interior”, lo conocí en un encuentro muy particular del Ateneo, cuando éste cumplía quince años. Pero en la realidad trascendente entiendo que nuestros espíritus se conocían de toda la vida.
Para el aniversario número 15º del Ateneo, pernoctamos en la casa del poeta Pedro Gris. Cuando vi a Doi por primera vez se me representó el Quijote de la Mancha. Pensé: Si hay una persona que encarnase físicamente al Quijote en mi imaginación, sería Doi: Altísimo, delgado, de nariz aguileña, cabello blanco y fino, manos con dedos largos y delicados, ojos inexplicablemente apacibles, con el color que se puede encontrar en la profundidad de un lago, voz cavernosa…
Su figura estremeció mi corazón. Me hablaba de lo que Doi podría llegar a ser, un hombre maravilloso, de pensamiento profundo y corazón de niño… Y así fue. Cuando más tarde conversamos, y luego, en otras reuniones del Ateneo compartimos algunos momentos únicos, su naturaleza confirmó lo que había atisbado desde su fina estampa. Doi se expresaba con la calma de una persona ilustrada, culta, pero además con la sencillez y alegría con que se suelen manifestar los chicos cuando están inmensamente felices.
No sé si él lo recuerda, pero le dije que su ánimo jovial era envidiable, y él me contestó: “Soy feliz, hacía mucho tiempo que quería dedicarme a esto, a escribir, antes tenía muchos compromisos y era difícil avocarme a la escritura, ahora me he jubilado y pude cumplir mi sueño y eso me hace inmensamente feliz”.
Sentí que era su respuesta pero también una luz de esperanza en el camino de muchos que tenemos compromisos laborales y familiares que no nos permiten escribir tanto como quisiéramos.
Mis saludos y un fuerte abrazo para un compañero que supo ir tras su sueño.
Para el aniversario número 15º del Ateneo, pernoctamos en la casa del poeta Pedro Gris. Cuando vi a Doi por primera vez se me representó el Quijote de la Mancha. Pensé: Si hay una persona que encarnase físicamente al Quijote en mi imaginación, sería Doi: Altísimo, delgado, de nariz aguileña, cabello blanco y fino, manos con dedos largos y delicados, ojos inexplicablemente apacibles, con el color que se puede encontrar en la profundidad de un lago, voz cavernosa…
Su figura estremeció mi corazón. Me hablaba de lo que Doi podría llegar a ser, un hombre maravilloso, de pensamiento profundo y corazón de niño… Y así fue. Cuando más tarde conversamos, y luego, en otras reuniones del Ateneo compartimos algunos momentos únicos, su naturaleza confirmó lo que había atisbado desde su fina estampa. Doi se expresaba con la calma de una persona ilustrada, culta, pero además con la sencillez y alegría con que se suelen manifestar los chicos cuando están inmensamente felices.
No sé si él lo recuerda, pero le dije que su ánimo jovial era envidiable, y él me contestó: “Soy feliz, hacía mucho tiempo que quería dedicarme a esto, a escribir, antes tenía muchos compromisos y era difícil avocarme a la escritura, ahora me he jubilado y pude cumplir mi sueño y eso me hace inmensamente feliz”.
Sentí que era su respuesta pero también una luz de esperanza en el camino de muchos que tenemos compromisos laborales y familiares que no nos permiten escribir tanto como quisiéramos.
Mis saludos y un fuerte abrazo para un compañero que supo ir tras su sueño.
No comments:
Post a Comment