Thursday, October 7, 2010

23c José Acosta: Un vistazo a la obra de Manuel Salvador Gautier


José Acosta lee su trabajo; a su lado, Rubén Sánchez Féliz; siguen: Kianny Antigua y Eduardo Lantigua

UN VISTAZO A LA OBRA DE MANUEL SALVADOR GAUTIER
4ta. Feria del Libro Dominicano en NY
3 de octubre, en Boricua College

Por José Acosta


A sus 80 años, MS Gautier es un escritor joven. Su largo trayecto a lo largo del siglo XX, conocer al dedillo el desarrollo de la sociedad dominicana, observar, como desde una ventana, la Era de Trujillo, las luchas sociales, los cambios del país en que le ha tocado vivir, le han dado un cúmulo de experiencias envidiable para cualquier escritor. Y esas experiencias, en lugar de echarlas al olvido o convertirlas en simples anécdotas, Gautier no sólo las transfirió a sus escritos, sino que también las enriqueció con su profunda imaginación creadora.
Y digo que Gautier es un escritor joven, porque sus novelas destilan juventud, son frescas, atrevidas, y poseen el peso de lo trascendente, lo que les garantiza la eternidad. Con un estilo claro, preciso, que orilla lo poético, Gautier no le teme al experimentalismo, a los giros nuevos, a dar el paso al frente y probar nuevas fórmulas para enriquecer el mundo en el que sus personajes vivirán, tendrán, como en esos pueblos pequeños, una lámpara bajo la cual luchar y ejercer sus pasiones.
Pese a que en 1993 ambos recibimos por primera vez el Premio Nacional de Literatura, Gautier en Novela y yo en Poesía, no había tenido ocasión de conocer su obra sino hasta muchos años después, cuando en la Feria del Libro Santo Domingo 2009 me regaló su novela Un árbol para esconder mariposas, que leí en el avión de regreso a Nueva York, y sobre la cual, en un breve correo, le dije:

“El encuentro de Tian (personaje principal de la novela) con su madre en San Juan me conmovió hasta las lágrimas. El manejo de los planos narrativos (los cortes repentinos y las continuaciones del argumento dentro de otro corpus) me parecieron muy originales y muy bien manejados. Al final creí que Tian iba a aparecer vivo, pero luego pensé que sería muy melodramático. Me gustó también el balance de los dos personajes y cómo la madre de Tian llega e inclina la balanza hacia uno de los lados, consiguiendo con ello trastornar el matrimonio. En fin, es una novela genial, no sólo por la fluidez de la prosa sino también por la manera en que se trata el encuentro (o choque) de dos culturas (o dos maneras de ver el mundo)”.

Y de ahí en adelante me propuse conocer toda la obra de Gautier. A través de correos electrónicos le fui dando mis impresiones de las novelas que iba leyendo, impresiones que reproduzco en este texto por considerarlas más acertadas.

Sobre El asesino de las lluvias escribí:

“En el tren camino a Washington leí El asesino de las lluvias y casi estoy acabando Balance de tres. El asesino de las lluvias la leí como los astrónomos, que apuntan su telescopio al cielo buscando algo que no saben qué es, y que sólo cuando lo descubren logran definir. En mi caso, buscaba eso que el padre Fausto y usted llaman interiorismo, que aunque tengo nociones de su significado, diluido en una novela se me presentaba como un elemento a detectar.
»Contrario a lo que había imaginado, la novela no es difícil, enjundiosa, didáctica; más bien me pareció reveladora, bien tramada. Yo creo que en esta ocasión el escritor puso su prosa al servicio de la trama, y fue la trama (más que los mismos personajes) que me llamó más la atención, por una razón principal: el manejo magistral del elemento sorpresa (sólo al final logré saber cómo iba a terminar la novela. Logró engañarme: yo realmente creí que era a Silvina a quien Sergio iba a encontrar, no a su mujer, que en la novela siempre aparecía como en un lejano segundo plano).
»Otro elemento bien logrado de la novela es el inquietante Vinicio Acosta, que por momentos parece el alter ego del protagonista (como el mismo Acosta sugirió), y por momentos parece una especie de conspirador (o incitador), que sólo busca exacerbar a Sergio. John Maxwell Coetzee, el Premio Nobel, se vale de un alter ego en su novela Hombre lento, pero a Coetzee no le funciona, acaso porque lo hace muy obvio. A Dostoyevsky, en El doble, le funciona mejor, pero a veces el personaje adquiere un aire caricaturesco. Vinicio Acosta, en su novela, realmente logra inquietarnos, sin saber a qué atenernos con él.
»La obsesión de Sergio por convertir en una especie de musa a Silvina me recordó a El túnel, de Sábato, no tanto por los celos como por la obsesión enfermiza que concluye con el asesinato.
»Desde mi punto de vista, lo que hace de esta novela una novela interiorista está en el afán del poeta de hallar una nueva poética que conecte al hombre material con el hombre eterno, o infinito. Hay una frase de Valéry que incorporé a mi novela Perdidos en Babilonia que podría encajar aquí: “Vivimos con el sentimiento de serlo todo y la evidencia de no ser nada”. Sergio Echenique fue un poeta fracasado, o un poeta incomprendido, como sucede muchas veces con los genios.
»Sobre la base de mi experiencia como poeta, creo que a Sergio lo traicionó su propio afán de querer explicar lo inexplicable a través de una Poética y no a través de la poesía.
Pero bueno, el tema da para mucho, y eso es lo interesante”.

Una de las características de las novelas de Gautier es la libertad con que se mueven sus personajes, lo que los aleja de esos personajes que a simple vista parecen forzados a desempeñar un papel para el cual no encajan, como muñecos tirados por bramantes. Los personajes de Gautier se liberan del escritor y se “adueñan” de su mundo.

Otra cosa es que en ninguna de sus novelas, no pude descubrir ningún contrasentido. En Lituma en los Andes, de Vargas Llosa, por ejemplo, el personaje principal se hospeda en un hotel, paga al hospedarse y por un olvido del escritor también paga la habitación al salir al otro día, en la mañana. En Ana Karenina, de Tolstoi, Ana, tras dar a luz a una niña, se va de viaje con Alejo al extranjero y después de un tiempo regresa y ve a su hijo más crecido, más cambiado; sin embargo, en otra escena en que la pareja vive en el campo, aparece la niña gateando, cuando ya debía tener suficiente edad para caminar.

En las de Gautier, ni uno. ¿Su secreto? Me confesó que usa un cuaderno para apuntar los cabos sueltos.

En otra carta le comenté que pese a escribir novelas, como Serenata, ambientadas en el siglo XIX, no creía que él siguiera la estructura de las novelas decimonónicas, las cuales se caracterizan mayormente por una larga introducción donde se describe el lugar en donde el escritor va a echar a andar a sus personajes. (A Humberto Eco le funcionó bastante bien en El nombre de la rosa, para imitar el estilo medieval, más bien).

Para mí, la técnica que Gautier emplea en El asesino de las lluvias es la más perfecta y la más moderna. Me recordó las muelas de un engranaje, donde las partes se van acoplando equilibradamente. Yo creo que hay un peligro cuando las técnicas se repiten: se pierde un poco de la magia. A mí me pasó con Lobo Antunes. Después de leer Esplendor de Portugal, al leer algunas de sus otras novelas me pareció que el escritor me contaba cosas diferentes en el mismo cajón.

Uno de los mayores logros de Serenata (para mí) es que el personaje principal, Cundo (trasunto de Francisco Henríquez y Carvajal), está entero; uno puede seguir su desarrollo como hombre, profesional y ser humano (con todas sus virtudes y defectos), en todas las etapas de su vida. Uno puede llegar a odiarlo y a admirarlo, a deplorar su conducta (era un lascivo empedernido), y alabar su papel ante los conflictos que iba encontrando a su paso. Graciela (Salomé), aunque desde un segundo plano, logra imponerse, influyendo en el carácter de Cundo.

Me gustó además el manejo del elemento sorpresa, y el anecdótico, la yuxtaposición de planos narrativos que hacen del texto un rico poliedro, y, por supuesto, la prosa fluida, clara, precisa.

Me encantó el humor negro, que no deja de ser filosófico, del capítulo final. Era como decirle a personaje: “Tanto que luchaste por este país, y mira con qué circo se eterniza tu nombre en esta calle”.

Leer a Gautier es leer a un dominicano de pura cepa. Sus personajes, en su mayoría, son héroes en desarrollo, no se conforman con el rincón sombrío, salen a la luz, se lanzan, luchan, tienen ideales, cultivan el sueño dominicano.

Con Gautier aprendí a no tenerle miedo al tema del amor, que siempre me resultaba espinoso y que a él en su obra se le da tan natural.

Un novelista de los grandes, de los que siempre estarán en primera fila en la historia de la Literatura Dominicana.

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