Monday, December 27, 2010

28 ENTREVISTA DE MEDIAISLA 18 de diciembre de 2010


René Rodríguez Soriano en foto de archivo

ENTREVISTA DE MEDIAISLA

Isael Pérez, Presidente de Editorial Santuario, me informó que el poeta y narrador René Rodríguez Soriano, directivo de la revista literaria cibernética MediaIsla, le había manifestado que quería hacerme una entrevista para publicar en esa entidad con motivo de la celebración de mis 80 años. Me puse en contacto con René, quien eventualmente me envió las preguntas de la entrevista redactadas por Rubén Sánchez Féliz, escritor dominicano residente en Nueva York, que participó en el Panel MSG80 de la Feria de Nueva York organizado por el poeta y narrador José Acosta, con el análisis de la novela Balance de tres.

ESTE ES EL RESULTADO DE ESTA GESTIÓN:



Manuel Salvador Gautier: La necesidad de crear para sobrevivir
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mediaIsla
Published: December 18, 2010Posted in: Entrevistas


Publicado en el 1993



RUBÉN SÁNCHEZ FÉLIZ “Vivir es lo más precioso que tenemos, y eso es lo que quiero hacer en lo que me queda de vida, pero ahora consciente de lo mucho que disfruto hacerlo”. MSG




Manuel Salvador Gautier —Doi para sus amigos cercanos—, acaba de cumplir ochenta años de vida, celebración que ha constituido todo un acontecimiento en el mundo cultural dominicano. Se hace constar que Doi Gautier, ingeniero arquitecto de la Universidad de Santo Domingo y doctor en arquitectura de la Universitá degli Studi, de Roma, hoy por hoy es reconocido como una de las grandes figuras de la narrativa dominicana contemporánea. Inició su carrera literaria en 1993, cuando publicó la tetralogía Tiempo para héroes, con las novelas El atrevimiento, Pormenores del exilio, La convergencia y Monte adentro; obra, en su conjunto, ganadora del premio de Novela Manuel de Jesús Galván 1993. En 1995 publicó la Toda la vida, ganadora también del Premio de Novela Manuel de Jesús Galván 1995. En febrero de 1999 publicó su novela Serenata, escogida por la Pontificia Universidad católica Madre y Maestra (PUCMM), Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y Universidad Iberoamericana (UNIBE) para ser leída por los estudiantes en sus cursos de literatura. En octubre del 2001 recibió el Premio de Novela de la Universidad Central del Este por su obra Balance de tres.






MSG frente a su computadora



A esos premios se le agregan decenas de galardones y reconocimientos, además de los viajes y conferencias magistrales sobre literatura y arquitectura dominicana; recientemente Manuel Salvador Gautier, como colofón de las actividades conmemorativas de sus ochenta años, acaba de lanzar la novela La fascinación de la rosa. Aprovecho la ocasión para formularle algunas preguntas sobre sus novelas y el oficio de novelista.




—Durante la 4ta Feria del Libro Dominicano en Nueva York, mientras participaba del panel en honor a su obra, una escritora que se encontraba entre el público asistente echó en cara la falta de los panelistas que, a su juicio, “se limitaron a leer sus ponencias y no leyeron ni siquiera un capítulo de alguna novela de Gautier para uno conocer su prosa”. René Rodríguez Soriano, que estaba sentadito en una esquina, tomó la palabra y, entre otras cosas, dejó en claro que, de haberla, no era falta de los panelistas, sino de quien se preciara de ser escritor dominicano y no conociera, siquiera, un párrafo de la novelística de “Doi”, una lectura, según expuso Rodríguez Soriano, obligada entre los escritores dominicanos dentro y fuera de la patria. ¿Qué piensa usted al respecto?



Publicada en el 1998


—Cuando comencé a escribir ficción en 1986 (antes escribía sobre arquitectura), no lo hice pensando en ser un gran narrador dominicano. Como estoy seguro que ocurre a todos los escritores, sólo sentí el impulso de escribir, de ficcionar. Tenía un tema: la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, y un propósito: recordar esa gesta y los héroes que lucharon en ella. Cuando publiqué el producto, Tiempo para héroes, ya tenía escrita otra obra y comenzaba una tercera. Soy tozudo. Cuando me di cuenta que escribir era lo que quería hacer por el resto de mi vida, decidí prepararme en dos vertientes: en literatura, en la cual era un improvisado, y en el ambiente literario dominicano, el cual desconocía totalmente. En ambos entré con pie firme, estudiando por un lado y, por el otro, participando en todas las tertulias que se daban en los 90, que no eran pocas, para codearme con los demás escritores y entender lo que hacían. Tuve suerte, gané dos premios de novela consecutivamente, luego un tercero; eso impresiona a la gente (a mí también); me preparé para entrar a ese mundo de la literatura dominicana, tan maravilloso y sinuoso como todos los otros mundos a los cuales podemos acceder con nuestro talento (tal y como tuve que hacerlo en arquitectura). Poco a poco he logrado que los escritores dominicanos me lean. También, tan importante como lo primero, que los lectores dominicanos lo hagan. Sé que tengo cierto reconocimiento y eso me agrada. Lo que yo espero es que el entusiasmo de René Rodríguez Soriano por mi obra se transmita a través del tiempo y, algún día, dentro de cincuenta años, algún intelectual dominicano o extranjero diga: La obra literaria de Gautier hay que leerla, y logre que se haga.



Publicada en el 2002



—Cuando leí Un árbol para esconder mariposas, me sorprendió ver que a pesar del fuerte contenido histórico, antropológico y cultural, el texto mantiene la tensión narrativa y, más importante aún, la historia de Tian y Liliana no deviene en bache ni abismo alguno, ¿cómo lo logra?
—Para mí es difícil explicar cómo elaboro una obra: simplemente surge. La trama de Un árbol para esconder mariposas me la dio una querida amiga norteamericana, Frances Ursúa, sobre un episodio en su familia, de una prima rubia en Massachusetts que se casa con un haitiano y tiene la experiencia que cuento; claro, esa historia la dominicanicé. En mis manos, esa experiencia se convirtió en un tema múltiple: racial, migratorio, religioso, político y cultural. ¿Cómo lo hice? Simplemente manejo lo que tengo entre manos. Un negro dominicano en Nueva York, dividido entre el llamado a sus orígenes afroantillanos y el impulso a superarlo por entender que el mundo gira en otro sentido; una blanca de clase alta que se prepara para ser una intelectual dentro de su mundo racionalista; una madre imbuida en su raíces afroantillanas; el drama que acontece cuando chocan las razas, las religiones y, sobre todo, las culturas y hasta las civilizaciones, la primitiva y la euroamericana. Y entonces entro yo: mi pacifismo, que me obliga a que todo eso se dirija hacia el entendimiento entre todos. El mensaje de la novela es un canto al mulato. Somos una civilización híbrida, tomemos lo mejor de cada una, el asombro y respeto por la naturaleza, de la primitiva, y la capacidad del hombre de inventar para sobrevivir, de la euroamericana.




MSG en el 2007


—Se podría decir que en Un árbol para esconder mariposas se defiende lo irracional sin poner en tela de juicio el racionalismo, ¿es usted de los que piensan que el hombre, por su condición de animal, debe ser racionalmente irracional?
—Quien lee mi obra literaria completa se da cuenta que por algún lado estoy tocado por la irracionalidad, es decir, por esa percepción muy interna que tenemos de que hay algo que sustentamos y, a veces, reflejamos, que sólo puede ser interpretado por videntes, magos, brujos y/o hunganes. En Tiempo para héroes es Teresita, que adivina la muerte del héroe Guarionex y su propia muerte; en Balance de tres son los protagonistas, cada uno luchando con sus propios demonios; en Un árbol para esconder mariposas es Tian que trata de enfrentar la irracionalidad de sus raíces afroantillanas con la racionalidad de la civilización occidental. En Dimensionando a Dios, son los tres ángeles y el llamado constante del hermano ausente (¿Qué haces, hermanito, qué haces?), en los cuales el muchacho Duarte apoya su irracionalidad. Me he preguntado de dónde sale eso, ya que soy un individuo altamente racional, que hasta tuvo tremendas dificultades para asistir a un Cursillo de Cristiandad a finales de los 60, y créanme, hay sólo una respuesta, muy simple: en mi casa se hospedaba por temporadas una hermana de crianza de mi mamá que era vidente. Leía la taza de café, el vaso de agua, nos hablaba de la reina de las Aguas; sus poderes eran conocidos por toda la familia. Sin embargo, ella nunca quiso leerme ni siquiera la tasa. Eso fue frustrante. Ese deseo por acercarme a la irracionalidad es lo que sale en mis novelas. En cuanto a la teoría de la dualidad de la racionalidad/irracionalidad del hombre por ser animal, la respeto, quizás la comparto. Yo creo que el hombre es naturaleza y, por lo tanto, irracional, caótico. Somos nosotros mismos con nuestras religiones, filosofías y racionalismos que nos hemos creado la idea de que estamos separados de ella y es, precisamente, esa separación lo que amenaza con que destruyamos el hábitat en que vivimos y, por lo tanto, acabemos con la raza humana. Ese tema, la necesidad de crear, para sobrevivir, una nueva religión basada en el respeto a la naturaleza, lo trato en mi última novela apenas publicada, La fascinación de la rosa.



Publicada en el 2010


—Veo que las rupturas tempoespaciales y la alternancia de narradores en Un árbol para esconder mariposas son partes de lo que Mempo Giardinelli llama astucia narrativa. O sea, que no es algo antojadizo ni arbitrario. ¿Cómo logra Manuel Salvador Gautier que estos procedimientos técnicos sean funcionales dentro de la novela?
—La mayor crítica que se hizo a mi obra inicial Tiempo para héroes fue que era decimonónica, por su tratamiento lineal espacio-temporal. Traté de remediarlo en Toda la vida haciéndola episódica, con interrupciones de tiempo entre episodios. Entonces me picó el morbo de la técnica. Como dije antes, estudié, me di cuenta qué era lo que significaba la atemporalidad y la no continuidad espacial, lo asimilé, y, cuando vine a ver, la estaba aplicando en mis obras. En Serenata uso igualmente episodios no continuos, pero entre episodios pongo lo que llamo “fabulación” que interrumpe totalmente la acción y es una instancia donde el narrador se encuentra sin tiempo y sin espacio, solamente con voz e imagen. Eso lo hice instintivamente, pero en Balance de tres, Un árbol para esconder mariposas y sobre todo, en El asesino de las lluvias, la “astucia narrativa” la aplico con todas las ganas del creador que puede darse el lujo de manejarlas a voluntad. Sin embargo, siempre hago una salvedad: la historia la comienzo por el comienzo y la termino por el final; todo lo que queda en medio puede ser desordenado, invertido en partes, la mente humana lo organizará; es una facultad que tenemos. Creo que eso ha hecho funcional su aplicación en mis novelas.




—En sus novelas ha trabajado varias figuras históricas, a saber, Juan Pablo Duarte (Dimensionando a Dios), la familia Henríquez Ureña (Serenata), entre otras, ¿esta insistencia obedece a una afición por la Historia o a un intento de reescribirla?


En la Feria Internacional del Libro Dominicano de abril 2010, MSG, amigos y amigas, frente al poste que nombra una de las calles del recinto feriado Manuel Salvador Gautier

—Desde que tengo doce o trece años, por allá por los años 40, soy aficionado a la novela histórica: Alejandro Dumas, Margaret Mitchell, Mika Waltari y todo el resto. Cuando comencé a escribir ficción en 1986, el proyecto era una trilogía histórica en la que demostraría que, de la única manera en que el país podría prosperar era si desaparecían todos los otros países del mundo. Comencé a escribir las tres novelas al mismo tiempo, la de la época colonial en la que Guarionex, el indio, era el protagonista, porque fue el único cacique que enfrentó a los españoles diciéndoles que si querían hacer negocios con él era en base a la producción de yuca para alimentarlos, que era lo que podía producir, no oro; la segunda la contemporánea, sobre la frustrante expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, donde el dictador triunfa arrastrando consigo los ideales nacionalistas de los héroes; y la tercera la futurista, donde un holocausto mundial sólo deja intacto a la República Dominicana y, al fin, sus habitantes tendrán que depender de sus propias recursos y acciones y no de los que le imponen otros. En un momento dado, me concentré en la contemporánea y produje Tiempo para héroes. No sé; sentía que más que reescribir la historia, debía explicar la razón por la cual somos un país subdesarrollado, que lo que produce son dictadores, prostitutas, peloteros y, últimamente (y creo que siempre), excelentes emigrantes para que hagan excelentes trabajos fuera de su país, como Junot Díaz. De repente, descubro la postmodernidad y me ubico en la negación de todo y la valoración de todo. ¿Merece Salomé Ureña toda la pleitesía que le damos? La merece, pero reconociendo que fue una mujer de carne y hueso, que luchó, amó y deseó igual que cualquier otra, no una diosa metida en una fantasía decimonónica. ¿Merece Francisco Henríquez y Carvajal, su esposo, el abandono con que lo tiene la historia dominicana? No lo merece, fue un apóstol de la misma categoría de Juan Pablo Duarte, sólo que no triunfó para imponer su república positivista. ¿No tuvo Duarte dudas alguna vez sobre su patriotismo? Las tuvo, sólo que al final este venció sobre toda otra consideración. Si entendemos que nuestros héroes tienen las dudas, las incoherencias, las frustraciones que tenemos nosotros, los podremos apreciar mejor y entenderemos mejor lo que trataron de hacer. Creo que la idea postmodernista de destruir los mitos o, poniéndolo más suave, de desmitificar, nos ayudará a entender mejor nuestra sociedad y lo que podemos hacer dentro de ella.

—La etiqueta “novela histórica” forma un oxímoron, ¿es ésta un arma para señalar la relatividad de la Historia?



Publicado en el 2003


—Hay sólo una contradicción aparente en el término “novela histórica” y es si entendemos que lo que nos dice la historia es totalmente verdadero y lo que relata la novela es pura ficción. Si, por lo contrario, nos convencemos de que lo que nos llega como historia es el recuento del vencedor, la posición ideológica del historiador o los intereses de los poderosos o de sus opositores, nos damos cuenta que la historia está sumamente mediatizada, aunque nos den garantías de que así fueron los hechos con documentaciones de la época y demás comprobaciones (en la actualidad, hasta con carbono 14). Como buen postmodernista, siento que todo hay que ponerlo en entredicho. Yo acepto que la historia es una disciplina que refleja los hechos pasados con comprobaciones documentadas que debe interpretar un humano que, a lo mejor, trata de ser lo más imparcial posible, o a lo mejor no. Sólo hay que ver lo que está pasando con la enseñanza de la historia dominicana de los últimos cien años: uno de los grandes misterios es la intervención americana de 1916; otro es la Era de Trujillo. La novela histórica es el resuello de la historia, adoptada bajo los mismos condicionantes de la historia pero con la inclusión de episodios de la imaginación del novelista para presentar “lo que pudo haber ocurrido que no aparece por ninguna parte”, con lo cual éste trata de interpretar su tema a su manera. Creo que lo importante es llegar al convencimiento de que ambas son disciplinas necesarias para entender nuestro mundo.

—Digamos que usted funge de médico, querido arquitecto-novelista, y de pronto aparece en su oficina, en calidad de paciente, la Literatura Dominicana… tras un análisis pormenorizado, ¿cuál sería el diagnóstico?



Publicado en el 2006

—Creo que en los últimos treinta o cuarenta años es cuando más buena literatura se ha publicado en el país. Hay una intelectualidad que se desarrolló vigorosamente a finales del trujillismo, se expresó una vez desaparecido el dictador y ha sido relevada exitosamente por las nuevas “generaciones”, en poesía, narrativa, ensayo, historia y demás. Particularmente, en el ámbito de la ficción, somos unos cuentistas innatos y unos novelistas que comenzamos a enseñar las garras. A la Literatura Dominicana, mi paciente, yo le diría: “Echa el pleito, no dejes que te encasillen o te acorralen. Si los periódicos ya no tienen revistas literarias, golpea a la Sociedad con publicaciones continuas. Si piensas que el Ministerio de Cultura no es lo que debería ser, haz por tu lado lo que consideras que debe ser; si por lo contrario, piensas que hace una buena labor, coopera con sus actividades. Trata por todos los medios de tener reconocimiento internacional; pero si, por las razones que sean, no lo obtienes, lógralo dentro de tu país y entre los dominicanos en el extranjero. No cejes, la medida de tu éxito va a depender de lo que pongas para conseguirlo”.

—Gardel dijo que 20 años no eran nada, pero cuando se habla de 80 años, ¿la cosa cambia?



MSG en el 2010

—Los 20 años que Gardel cantaba eran los del recuerdo, los de la nostalgia por el pasado (“…que veinte años no es nada, que febril la mirada, ardiente entre sombras te busca y te nombra…”). A mis ochenta años, yo no tengo tiempo para recordar lo que hice y lamentarme de lo que no hice, pero sí para reflexionar, para comprender que los humanos vivimos períodos donde fuimos tremendamente felices y no nos dimos cuenta, y períodos en que simplemente vivimos y tampoco nos dimos cuenta. Todo parecía igual. El día a día de vivir nos obligó a enfrentar nuestras realidades inmediatas como grandes escollos que debíamos vencer, y en esa lucha sucesiva perdimos la noción de lo que verdaderamente éramos y sentíamos. Vivir es lo más precioso que tenemos, y eso es lo que quiero hacer en lo que me queda de vida, pero ahora consciente de lo mucho que disfruto hacerlo.




—En el blog MSG80 vemos que los escritores e intelectuales más importantes del país están, como diría usted, “picados por el gautierismo literario”, ¿qué significa para usted este respaldo a su obra y su persona?






Publicado en 2010

—Un día en septiembre de 2009 en que comenté que en el 2010 cumpliría mis 80 años, Isael Pérez, el presidente de Editorial Santuario, que me publica, dijo que había que celebrarlo el año entero con actividades literarias que trataran sobre mi obra, y surgió MSG80 (La celebración de los 80 años de Manuel Salvador Gautier). Se armó un comité con Isael Pérez, René Alfonso, Alejandra Álvarez, Miguel Solano y Eduardo Gautreau De Windt, como los grandes activistas; se decidió que se solicitaría a varias instituciones involucradas en la cultura participar con actividades coordinadas por ellas, y se envió la correspondencia. Se efectuaron 25 actividades en todo el territorio nacional, entre ellas las puestas en circulación de mis novelas Dimensionando a dios y La fascinación de la rosa, y del libro de ensayos y artículos Gautier visto por Gautier, y, para culminarlo todo, un pasadía en la finca de Domingo Marte, dedicado a Mateo Morrison y a mí, donde se presentó un sainete de Domingo con Mateo y conmigo como protagonistas.
Es increíble. Cuando acepté que se organizaran las actividades de MSG80 no pensé que tendría esta acogida. Estoy maravillado, agradecido. Siento que he dado un paso adelante en el reconocimiento de mi obra literaria por los dominicanos, pues son estos escritores quienes a la larga influyen en los demás para dar a entender que hay algo que hace que mi narrativa valga la pena leerla.




—Para terminar, ¿qué consejos le daría a los escritores jóvenes de la República Dominicana?




MSG en el 2006

—Primero: Estar totalmente convencidos de que quieren dedicar sus vidas a la literatura. Si tan sólo es una postura o un juego, o simplemente un deseo porque alguna vez escribieron un cuento o un poema, déjenlo.
Segundo: Estar totalmente convencidos de que tienen el talento para lograrlo. Se averigua escribiendo, y solicitando a los que saben para que analicen lo que han hecho.
Tercero: Estar totalmente convencidos de que tienen el tiempo para formarse como literatos. Hay que leer mucho, asimilar muchas ideas, no puede tomarse como un pasatiempo. Si no pueden dedicarse a tiempo completo, busquen una ocupación que les permita tiempo suficiente para trabajar la literatura.
Cuarto: Escriban, escriban, escriban.

RUBÉN SÁNCHEZ FÉLIZ, dominicano, ganador del Premio de Novela FUNGLODE 2010, autor de El último día, 2005.~

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