Pedro Carreras expone
Grupo. Notar a Pedro Carreras a la derecha.
Por estos caminos
Por Pedro Carreras Aguilera.
Señoras y Señores:
Cuando las carreteras eran caminos, y los caminos, apenas imperceptibles trillos, todavía este poblado no hacía muchos años en que se había desapropiado del mote de Cantón de Juana Núñez. Era punto común de caminantes que iban y venían como almas que desandan los pasos. Todo el que iba de Santiago a San Francisco de Macorís y viceversa, debía pasar por este poblado, que ahora es la capital de la provincia Hermanas Mirabal. Era ese el atajo más convenido.
A juzgar por lo que nos cuenta Eugenio Cruz Almánzar, en su libro Macorís Intimo, página 97, en el año 1922, bajo la férula del interventor norteamericano, pasó por estos caminos, que hoy se visten de asfalto, el entonces joven Joaquín Balaguer. Se dirigía el novel bate a San Francisco de Macorís, a promocionar su poemario “Psalmos paganos”. Allí, recibió las proverbiales buenas atenciones de Don Gabino Morales, Manuel Ramón Ruiz Tapia y el autor del citado texto.
Lo pregona el anecdotario popular, se oye de boca en boca como una vieja canción y además lo consigna el culto José Rafael Lantigua en su trabajo Moreno Jimenes, Biografía de un Poeta, que para las fiestas patronales de Santa Ana, y San Antonio, en San Francisco de Macorís y en Los Ranchos, respectivamente, se veía al poeta postumista y faraón de la Colina Sacra, transitar por estos caminos, padecido por un inmenso deseo de buen decir. Venía a traer el néctar de su trova, que entonces pedía a gritos un canto sin rima y sin métrica.
Don Carlos Larrazábal Blanco, en su conocido trabajo, Familias Dominicanas, página 307, tomo III, consigna el primer referente del apellido Gautier en el país, con Ramón Gautier que procreó a José Ramón en 1827, Manuel María en 1828, Pedro en 1830 y María Altagracia Gautier en 1832.
De los cuatro retoños, José Ramón Gautier pasó a Venezuela, donde el 17 de diciembre de 1864, su nombre apareció en el periódico El porvenir de Caracas, mientras que el resto de los Gautier permaneció en el país.
Rufino Martínez, el menos veleidoso de nuestros historiadores, en su manoseado Diccionario Biográfico Dominicano, páginas 195 y siguientes, nos habla del prócer Manuel María Gautier, a quien se le imputa la paternidad del folleto La Gran Traición de Santana.
El autor antes citado dice de él: “La vida de Gautier se desarrolló en una atmósfera de limpieza moral en sus costumbres y con manifestaciones propias de la moral colectiva de ese tiempo”.
Señoras y Señores, por estos caminos, que conducen de San Francisco de Macorís a esta comarca, de esos Gautier, nos llega hoy, Don Manuel Salvador Gautier, que al igual que Charles Asnavour supo después de la madurez de la vida, que su destino era cantar a nuestro Gautier le costó muchos años entender, que más que un excelente arquitecto, él es, ante todo, un auténtico narrador.
Los convoco, los invito a que disfrutemos de la presencia de este distinguido huésped, que hoy nos llega por esos caminos que conducen las almas de Salcedo a San Francisco de Macorís y viceversa.
Por Pedro Carreras Aguilera.
Señoras y Señores:
Cuando las carreteras eran caminos, y los caminos, apenas imperceptibles trillos, todavía este poblado no hacía muchos años en que se había desapropiado del mote de Cantón de Juana Núñez. Era punto común de caminantes que iban y venían como almas que desandan los pasos. Todo el que iba de Santiago a San Francisco de Macorís y viceversa, debía pasar por este poblado, que ahora es la capital de la provincia Hermanas Mirabal. Era ese el atajo más convenido.
A juzgar por lo que nos cuenta Eugenio Cruz Almánzar, en su libro Macorís Intimo, página 97, en el año 1922, bajo la férula del interventor norteamericano, pasó por estos caminos, que hoy se visten de asfalto, el entonces joven Joaquín Balaguer. Se dirigía el novel bate a San Francisco de Macorís, a promocionar su poemario “Psalmos paganos”. Allí, recibió las proverbiales buenas atenciones de Don Gabino Morales, Manuel Ramón Ruiz Tapia y el autor del citado texto.
Lo pregona el anecdotario popular, se oye de boca en boca como una vieja canción y además lo consigna el culto José Rafael Lantigua en su trabajo Moreno Jimenes, Biografía de un Poeta, que para las fiestas patronales de Santa Ana, y San Antonio, en San Francisco de Macorís y en Los Ranchos, respectivamente, se veía al poeta postumista y faraón de la Colina Sacra, transitar por estos caminos, padecido por un inmenso deseo de buen decir. Venía a traer el néctar de su trova, que entonces pedía a gritos un canto sin rima y sin métrica.
Don Carlos Larrazábal Blanco, en su conocido trabajo, Familias Dominicanas, página 307, tomo III, consigna el primer referente del apellido Gautier en el país, con Ramón Gautier que procreó a José Ramón en 1827, Manuel María en 1828, Pedro en 1830 y María Altagracia Gautier en 1832.
De los cuatro retoños, José Ramón Gautier pasó a Venezuela, donde el 17 de diciembre de 1864, su nombre apareció en el periódico El porvenir de Caracas, mientras que el resto de los Gautier permaneció en el país.
Rufino Martínez, el menos veleidoso de nuestros historiadores, en su manoseado Diccionario Biográfico Dominicano, páginas 195 y siguientes, nos habla del prócer Manuel María Gautier, a quien se le imputa la paternidad del folleto La Gran Traición de Santana.
El autor antes citado dice de él: “La vida de Gautier se desarrolló en una atmósfera de limpieza moral en sus costumbres y con manifestaciones propias de la moral colectiva de ese tiempo”.
Señoras y Señores, por estos caminos, que conducen de San Francisco de Macorís a esta comarca, de esos Gautier, nos llega hoy, Don Manuel Salvador Gautier, que al igual que Charles Asnavour supo después de la madurez de la vida, que su destino era cantar a nuestro Gautier le costó muchos años entender, que más que un excelente arquitecto, él es, ante todo, un auténtico narrador.
Los convoco, los invito a que disfrutemos de la presencia de este distinguido huésped, que hoy nos llega por esos caminos que conducen las almas de Salcedo a San Francisco de Macorís y viceversa.
Publicado por Taller Literario Francis Livio Grullón en 05:40
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