Tuesday, June 1, 2010

11a Luis R. Santos: Presentación de Gautier visto por Gautier

PRESENTACIÓN DE GAUTIER VISTO POR GAUTIER
por Luis R. Santos

Luis R. Santos lee su trabajo
MSG coloca a Luis R. Santos
la Medalla al Mérito Cultural MSG80

Debo confesar que, cuando me pidieron que presentase a Gautier visto por Gautier, no vacilé en aceptar. Se trataba de una petición que involucraba a mi entrañable amigo Doi Gautier. Pero, al recibir el libro y hojearlo de manera superficial, una serie de dudas me asaltaron. Me preguntaba qué podía decir de un libro en donde el autor reproducía los textos que había leído en las presentaciones de sus obras. Durante días observaba el libro y me temblaban las manos. No me atrevía a tocarlo. Me sucedía lo mismo que cuando usaba tarjetas de créditos y me llegaba el estado de cuenta en los días finales del mes, después de haberlas usado sin miramientos. O como cuando alguien, después de cometer ciertas truhanerías eróticas, va a realizarse la prueba de VIH y llega la hora de procurar los resultados.

Para salir airoso de la dificultad y darme ánimo, me dije que estaba la opción de hacer una de esas presentaciones en las que el presentador dedica el 99 por ciento de su trabajo a hablar de todo menos del libro que debe presentar, para al final mencionar, de manera muy escueta y, como si se le hubiese olvidado, el texto que lo ocupaba. También me daba consuelo el “hice el prólogo, más no leí el libro” que se atribuye a un trujillista en apuros ante un libro que incordiaba al dictador. Sin embargo, cuando le perdí el terror al libro y me decidí a estudiarlo, a medida en que fui adentrándome en la lectura atenta de Gautier visto Gautier, dejé atrás los prejuicios y los resquemores: me di cuenta de que estaba ante un libro valioso, necesario y muy bien escrito.

Es difícil encontrar un narrador que no se haya sentido tentado por el ensayo; puedo citar aquí a varios. Entre estos está Saul Bellow, gran narrador norteamericano de origen judío, y quien ganara el premio Nobel en 1976. Quien lee su Todo cuenta de seguro disfrutará de una prosa elegante y diáfana. Igual acontece con Guillermo Vila-Matas, el prolífico barcelonés que tiene libros tan singulares como Desde la ciudad nerviosa. En nuestra América, son dignos de distinción Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Aunque en un trabajo de este libro, que citaré más adelante, Doi dice que él no es ensayista, este libro confirma lo que dije en torno a los narradores que terminan en brazos del ensayo. En Gautier visto por Gautier, descubrimos al novelista teórico, al novelista que es capaz de exponer con claridad sus puntos de vistas en torno a todos los elementos con que se construye el relato, ya sea de corto o largo aliento.

De todo el conjunto, el capítulo titulado “La ficción, otra realidad, otra vez”, página 67, lo considero tal vez el más importante del libro. Y pienso que lo es por muchas razones: por lo detallado, minucioso y porque en éste el autor despliega sus conocimientos en torno a las teorías de la escritura. Lo cito a continuación. Los relatos que aparecen en Historias para un buen día no se hicieron pensados como un conjunto. Los primeros que escribí, “Un buen hijo” y “Un Buen Soldado”, los redacté como un ejercicio para obligarme a hacer novelas más cortas.

Aquí comparte el escritor la visión de ciertos autores como César Aira, quien afirma que mientras más grueso es un libro menos literatura contiene; y con Italo Calvino, quien pensaba que, en virtud de la rapidez y las tantas tareas y necesidades del hombre posmoderno, el novelista debía escribir lo más corto posible.

Gautier, en ese mismo orden, sigue diciendo: Con estas dos historias, quise acostumbrar mi mente a hacer síntesis, a crear tramas que no se extendieran más allá de lo adecuado. Más adelante se adentra en el espinoso tema de la diferencia entre el cuento y el relato. Afirma: Sin estar consciente de ello, preferí el relato en vez del cuento. El relato es una versión corta de la novela; se parece más a ésta, ya que al autor le está permitido crear personajes secundarios, tramas paralelas y situaciones que ocupen más de un tiempo en la vida de los personajes, lo cual no debiera ocurrir en un cuento.

Cuando leo pareceres como éstos en torno al cuento, el relato y la novela, pienso en un libro llamado Antología del cuento triste, de Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs, que incluyeron en su recopilación dos textos llamados “Bartleby, el escribiente”, de Herman Melville, y “El Caballero de San Francisco”, de Ivan Bunin. Otros teóricos considerarían novelas cortas o relatos largos a estos dos textos considerados cuentos por estos autores. Esta discusión es bella, por lo inútil, y porque todo el mundo tiene la razón, y viceversa.

En torno a “Un buen esposo”, otro de los relatos incluidos en Historias para un buen día, Gautier sigue desplegando sus dotes de teórico: “Un buen esposo” se basó en la narración sobre los amores de mi papá y mi mamá como la oímos contar por ellos mismos, la abuela o las tías. Quise recoger la historia de un encuentro que se convirtió en amor verdadero, un amor que, para sus hijos, fue vigente, hasta la muerte de los dos. Cuando vine a ver, había complicado la historia de tal manera que resultaba enredada y poco efectiva. Tuve que escribir de nuevo el final, para hacerla más potable. Por supuesto, bastante alejada de la verdadera historia de mis padres. Cuando se la di a leer a mi mamá, me dijo: ¡Pero no fue así! Ese es el problema con los novelistas: inventan, crean; el mundo que presentan es un mundo imaginario, otra realidad, no importa de dónde saquen las fuentes para su obra.

Otro de los puntos que hacen a este capítulo, desde mi óptica, el más relevante del libro, es el caso en donde el autor habla acerca de la deconstrucción, páginas 82- 83. Después de poner varios ejemplos esclarecedores, dice: En la deconstrucción literaria se toma a un mito y se lleva a una nueva dimensión, donde se presenta una realidad más humana del héroe o heroína. No hay ensalzamiento. Historia para un buen día es una deconstrucción.

Otro de los capítulos fundamentales de Gautier visto por Gautier es el que trata el tema de El asesino de las lluvias. Aquí el autor se enfrenta a la dificultad del novelista austero, que cuenta con economía de recursos retóricos, que se ha propuesta escribir una novela salpicada por una fuerte dosis de lirismo. En este capítulo, nos da un paseo por sus acercamientos a la poesía, por su deambular por movimientos literarios, por sus experiencias en el movimiento interiorista. En este capítulo, al igual que en otros, descubro al escritor que, cuando se sienta a escribir, sabe hacia dónde va. A un escritor consciente. Y digo consciente porque muchos escritores emprenden el tortuoso sendero de la escritura sin saber qué persiguen, qué buscan, qué quieren plasmar en sus obras. Esta falta de consciencia lleva a muchos escritores a producir novelas fallidas, mamotretos intragables. Gautier, a la hora de escribir, no corre riesgos, aunque en un pasaje haya dicho que algo le salió así. Más adelante veremos cómo un afamado autor se indigna porque alguien le dijo que algo le pudo haber salido de manera inconsciente.

En cierta ocasión estaba leyendo un libro fundamental para todo escritor que se ha decidido por este inútil y grandioso arte de contar historias. Esta novela fue elogiada por la crítica internacional y aplaudida por autores como Carlos Fuentes, quien públicamente manifestó su envidia saludable ante esta obra, por no haberla escrito él. Fuentes llamó a este autor el novelista de los novelitas. Me refiero a Italo Calvino y su obra Si una noche de invierno un viajero. Estoy con el libro en las manos, que aleteaba como pájaro deseoso de emprender vuelo, cuando, de pronto, al empezar a leer, me encuentro con una introducción que me dejó perplejo. En esa parte del libro, Italo Calvino le reclama o refuta a un crítico que había osado hacer críticas un tanto negativas y reseñar ciertas debilidades a su tan aplaudida obra. Expresiones como las siguientes las encontramos en la réplica de Calvino: Sobre este destino al lector medio lanzas tu ataque más categórico cuando preguntas: ¿No será que Calvino despliega con Lumidlla, aunque sea inconcientemente, un trabajo de seducción -de adulación- al lector medio, que al fin al cabo es el verdadero lector- y comprador- de su libro, prestándole algunas de las extraordinarias cualidades de la insuperable Lumidlla?
De todo este razonamiento lo que no me trago es “aunque sea inconscientemente”.
¿Qué es eso de inconscientemente?
En fin, si me tachas de seductor, pase; de adulador, pase; de mercachifle, pase también; ¡Pero si me llamas inconsciente, entonces me ofendo!
He ahí ese aplaudido escritor que se ofendía si lo llamaban escritor inconsciente.


Algunos de ustedes se estarán preguntando qué diablos tiene que todo esto con el libro que nos ocupa. No os desesperen, que aquí les va. En el capítulo titulado "Comentarios sobre Toda la vida", Gautier se inscribe en la onda del novelista de los novelistas y refuta a la crítica Valentina Sandoval que dijo algunas cosas incómodas sobre Toda la vida. Algunas de las prendas que suelta Gautier en esta réplica a la Sandoval son las siguientes: Que yo haya utilizado una novela para hacer planteamientos políticos es mi potestad. No soy ensayista; precisamente uno de los señalamientos es lo directo de mi prosa, que no hurga en las interioridades del pensamiento. No soy historiador; otro de los señalamientos que me han hecho es que manipulo algunos escenarios históricos para lograr mayor dramatismo. No soy poeta; otro de los señalamientos que me han hecho es que evito la metáfora, la rehúyo.

Como podemos apreciar Gautier visto por Gautier es un libro rico. Tiene de todo. Es un texto que debe convertirse en libro de cabecera para escritores aprendices y para aquellos que se consideran escritores realizados, cosa que creo que no existe. Gautier visto por Gautier es el libro más personal del autor. En él se muestra cómo es, dice lo que piensa sin tener que enmascararlo en la ficción. Muestra sus vetas humorísticas y hasta narcisistas, y nos deja saber que es humano, profundamente humano.

Esto último lo podemos apreciar en estas expresiones: Mi caballerosidad es el arma que he desarrollado para combatir a los demás. Pagina 59. Padecí todas las enfermedades infantiles imaginables. Me dio sarpullido, sarampión, varicela, papera, fiebre, rámpanos, infecciones de la piel -aquí no quiso decir, tal vez porque viene de buena cuna, “raquiña”-. Lo único que no tuve fueron chinchas, niguas o piojos.

En Gautier visto por Gautier percibo a un hombre que, por instantes, siente cierta frustración por no haber iniciado desde joven su carrera literaria. Y yo le digo que recuerde que, cuando se tiene talento y pasión, el artista puede iniciar su carrera cuando sienta el apremiante llamado de la sangre, cuando ya no haya manera de seguir buscando excusas para no abrazar con fervor el trabajo creativo. También le digo, siéntete orgulloso y feliz de ser quien eres. Un buen escritor y un mejor ser humano.

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